Música para el alma

Por Mario Barghomz

Hoy que son tiempos difíciles, y no solo para la salud del cuerpo sino para la del alma, la música es un gran aliciente. Sigue siendo el mejor alimento al que uno puede recurrir para fortalecer la complexión de nuestra alma.

La música, desde su origen, sigue siendo también la mejor medicina para el desencanto, la melancolía, la soledad o la tristeza, para calmar la ansiedad o la cólera o, en su caso, exaltar la alegría. Cuenta el mito que cuando Orfeo (hijo de Apolo, dios de la música) tocaba su lira, las bestias se calmaban y los hombres descansaban sus almas.

Pero cuando hablo de música dentro de la gran diversidad melódica por la que estamos confluyendo, y que a fines del siglo pasado parecía ya imposible rebasar, atrapados por la mercancía local y popular ofrecida por la radio y la televisión que nunca atendieron (hasta hoy) el nivel de un gusto musical más allá de lo miserable y anodino, me refiero a las nuevas aplicaciones y plataformas electrónicas de última generación que se crearon para darnos hoy oportunidad de escuchar, escoger y seleccionar (sin fronteras geográficas ni mercancía barata) la música de nuestro gusto y preferencia.

Y también hay que celebrar que los nuevos artistas musicales de nivel mundial han sabido reinventarse, buscar y encontrar nuevas maneras de tocar, escribir y cantar canciones que superan con creces lo hecho anteriormente. Hay una nueva generación de músicos de este nuevo siglo que están creando cosas nuevas, frescas, diferentes y extraordinarias que, si no se desligan de su pasado, tampoco están exentas de ser, como digo, novedosas, distintas y diferentes a lo hecho anteriormente.

Ya no hablamos de agrupaciones o cantantes como aquellos de los años ochenta o noventa del siglo pasado y que desde la generación de los sesenta del mismo siglo, hicieron historia revolucionando el mundo de la música desde Inglaterra y los Estados Unidos. Y menos aún hablamos tampoco de los artistas locales que siguen con el mismo sonsonete precario y silvestre de hace ya cincuenta años. Y que sin las grandes corporaciones televisivas y radiofónicas que los mercantilizan, simplemente no existen.

Hablamos hoy de una música novedosa y renovada, inteligente y virtuosa. Sobre todo virtuosa que es una característica que raramente poseían músicos de anteriores generaciones, salvando, por supuesto, las excepciones.

Tampoco ya podemos hablar de géneros y estilos como se hizo en el siglo pasado y que era una manera propia de etiquetar la música para distinguirla: jazz, soul, rock, pop, blues, punk, swing, hiphop, folk, beat, glam, disco, grunge, indie…etc. Sino de una fusión de estilos o estilos propios únicos que amalgaman el pasado con el presente. Estilos que deben redefinirse o que simplemente debemos aceptar (¡y escuchar!) como la música actual del presente.

Cada época dentro del entorno musical ha sido sin duda representativa de su propio tiempo y circunstancia (ni mejor ni peor). Ni los años cincuenta, sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, y por cierto aún vigentes en el gusto y la nostalgia de los más longevos que los tienen como “bandera de su época”, han sido mejores que ahora. Aunque por supuesto, y como en otras épocas, la música de hoy también debe ser escogida y seleccionada en vías del propio gusto de quien la elige para escucharla. Y también ya no a través de un disco de acetato, cesete o cd, sino en el playlist de una aplicación o alguna plataforma en el Ipad, el móvil o la pc.

Sin embargo, la diferencia de una nueva generación de artistas musicales contemporáneos con la de generaciones anteriores, será aquella que los distinga por la virtud con que tocan un instrumento, ejecuten o interpreten una melodía. Pero sin duda también con la innovación de que sean capaces, para ser fieles representantes de su época y no un simple remedo o repetición de lo ya hecho y escuchado en el pasado.

Lo fascinante siempre será lo novedoso, el asombro de lo nunca antes escuchado, pero a la vez, de aquello que sea precisamente representativo de este siglo. Como sea, ¡música que nos llegue al alma!

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