No hay una manera correcta de ser feminista

Por Carol Santana

Después de las marchas del 8M que se dieron por todo México, nos despertamos con las noticias, memes, videos y publicaciones en Facebook que compartían la misma premisa: “pueden pedir por sus derechos pero no de esta manera”.

Que si se promueve el vandalismo, que si no todas las mujeres quieren renunciar a la maternidad, que si no todas las mujeres están en contra de la religión, que si no se incluyeron a los hombres, etc. Los discursos se esparcieron y se llenaron de comentarios de cómo debe o deberían ser las feministas, las cuales obviamente no son aquellas que rayan paredes y piden espacios exclusivos para mujeres.

La realidad es que por muchos espacios y diálogos que se han creado, todavía nos hace falta entender sobre qué es el feminismo y cuál es su verdadera búsqueda. Y uno de los primeros mitos que habría que derribar, como bien mencionó Maria Cristina Ortiz Rosado en su participación en el foro de Punto Medio, es que no existe un feminismo, existen feminismos.

No todas pensamos igual, y es muy ridículo esperar que lo hagamos. Lo que sí es que todas las personas que estamos en la lucha queremos que las mujeres tengan las mismas oportunidades, y puedan liberarse de estas imposiciones que se les han puesto desde niñas y no les permiten obtener mejores salarios ni caminar libre por las calles.

Pero lo que más me preocupa de estos discursos es que no veamos que en el fondo siguen tratando de desacreditar el movimiento feminista que en principio busca que las mujeres puedan tomar sus propias decisiones sin juzgar o cuestionarlas de manera sexista.

“Feministas las de antes que luchaban por cosas importantes” o “esta no es la manera de conseguir sus derechos”, son ejemplos de discursos con los que nos topamos día con día. Y que al final lo único que consiguen es que más personas vean a las feministas como locas e histéricas por hacer ruido o manifestaciones por cualquier cosa.

Y ni hablar de los dobles estándares con los que se juzgan y se miden las manifestaciones de las mujeres. Todos estamos relacionados con los movimientos estudiantiles y las luchas sociales en donde hay paredes pintadas y antimonumentos, entonces ¿por qué tenemos tan poca empatía con las exigencias y las manifestaciones de las mujeres?

¿Por qué no permitimos ni entendemos su enojo ante una sociedad que se asusta y molesta más con un grafiti que con la violencia que se ejerce contra nosotras todos los días?

Y por cierto, las paredes se lavan pero las mujeres no regresan.

 

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