No manches ¡claro que llegamos a la luna!

Por Gerardo Méndez

No sé si se enteraron, pero YouTube cayó por por un rato. Entre las tantas explicaciones mundanas, los magufos de siempre llegaron con sus locuras: disque se filtró un video de un reptiliano (ya saben, esos que controlan al mundo detrás de los Illuminati) y mandaron a cerrar el sitio mientras limpiaban.

Ya sé, incrédulos hay en todas partes. No es la mayor ridiculez que he leído. No es para que pierda el sueño pensando en cómo podría haber gente creyendo tales tarugadas. Pero el ánimo de procrastinar me ganó y terminé sumergiéndome en el hoyo conspiratorio de Facebook, leyendo idiotez tras idiotez, perdiendo fe en la humanidad.

Y así llegué a este encabezado: no manches, ¡claro que llegamos a la luna! Sobre evidencia, dentro y fuera de la NASA, para confirmar que en efecto el Apolo 11 tocó suelo lunar y astronautas dejaron su huella. Pero ahí van con que fue orquestado por reptiles o Illuminatis o qué sé yo para quién sabe qué.

Lo del aterrizaje lunar se resuelve fácil: la agencia espacial rusa confirmó en simultáneo las hazañas. Si hubiese el más mínimo indicio de falsedad, Rusia no dudaría en restregarselo a los gringos. Y sin embargo tiraron la toalla y admitieron derrota, porque sus instrumentos no mentían: el hombre había pisado la luna.

La ignorancia no se soluciona con tanta facilidad. Montones de personas, impulsados por un (creo yo justificado) escepticismo a las grandes instituciones, se crean un caos conspiratorio porque quieren cuestionar pero no saben cómo.

Ser escéptico es sano. Analizar las redes turbias detrás del poder es necesario. Inventarse cuentos de ciencia ficción y dejarse llevar por ideas sin pies ni cabeza no lo es; en cambio, evidencia una profunda enfermedad social. Nos habla de una población enajenada, privada de las herramientas para entender su propia enajenación.

Los magufos son sus propias víctimas. Podemos señalarlos y reír de sus ridiculeces (soy el primero en hacerlo), pero el sentimiento detrás de su escepticismo, el miedo que les carcome e impulsa a buscar “la verdad”, es muy real y muy triste.

Sean críticos. Cuestionen. Busquen los hilos que mueven el planeta. Pero primero adquieran un poco de lógica y pensamiento crítico. Y, por favor, no busquen resolver los problemas del mundo echándole la culpa a monstruos de ciencia ficción u organizaciones inexistentes — la respuesta es mucho más mundana, cínica y humana.

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