No se hagan bolas, no fue Salinas

Por Eduardo Ancona

Colosio está de vuelta. La discusión y la intriga regresarán con toda su fuerza durante dos razones. La desclasificación de varios archivos de la investigación y la serie “Colosio: historia de un crimen” que se estrenó en Netflix antier. El 58% de los mexicanos cree que Mario Aburto actuó siguiendo órdenes. De ahí, hay dos grupos: quienes creen que fue alguien o alguienes (sic) “de adentro” y quienes creen que fue directamente Salinas. Lo primero me parece posible, y hasta probable; lo segundo, difícil de creer.

Sobra decir que no tengo ni la más remota idea de quién mató a Colosio, sin embargo tampoco puedo resistir la tentación de participar en el deporte nacional de la especulación. Vamos a ello.

“No se hagan bolas, el candidato es uno (Colosio)” dijo Salinas cuando Camacho parecía apagar el fuego zapatista y Colosio inició una campaña que Proceso llamó “desangelada”. Colosio era el candidato del Presidente. Los primeros 4 años del sexenio fue Presidente del PRI, y los últimos 2 se le posicionó desde la Sedesol. Salinas lo preparó y defendió.

No se hagan bolas. El discurso del “México con hambre” del Monumento a la Revolución en el que quiere verse a un Colosio distinto a la nomenklatura priísta, es el tradicional deslinde entre candidato y Presidente. En “La herencia”, Jorge Castañeda muestra que estos choques entre candidato y Presidente fueron comunes en los años del PRI. Dicen que Díaz Ordaz pensó quitarle la candidatura a Echeverría por sus fuertes diferencias.

No se hagan bolas. 1994 ha sido uno de los años más difíciles de la historia de México. La insurrección Zapatista en Chiapas dos meses antes puso al país en los ojos del mundo por una razón distinta a la que el padre del TLC esperaba.

¿Porqué Salinas se daría un disparo en el pie? ¿Colosio logró disimular durante años ser la reencarnación de Madero y al verlo descubierto a Salinas -la personificación del mal- no le quedó otra más que mandarlo a matar? ¿Todo esto para terminar poniendo a un candidato con el que simpatizaba poco y que terminó llevándolo al exilio y encarcelando a su hermano? Lo veo complicado.

Esto va más allá de Salinas y Colosio. El problema es aceptar versiones reduccionistas y simplonas de la realidad que se basan en prejuicios, fundados muchos de ellos, pero prejuicios al fin. El malo mandó a matar al bueno y se salió con la suya, ¿cómo más? Reducir de antemano la complejidad de la realidad a respuestas sencillas y lugares comunes es un enorme riesgo que no debemos aceptar por una razón muy sencilla: el estándar de prueba que le exigimos a la autoridad se reduce a nada. ¿Que hay que probar si el gran villano está acusado del crimen? ¿Qué hay que cuestionar si el gran salvador es quien respalda una decisión? En ambos casos el riesgo es grande: nunca seremos hundidos ni salvados por una sola persona.

colosio está de vuelta. La discusión y la intriga regresarán con toda su fuerza durante dos razones. La desclasificación de varios archivos de la investigación y la serie “Colosio: historia de un crimen” que se estrenó en Netflix antier. El 58% de los mexicanos cree que Mario Aburto actuó siguiendo órdenes. De ahí, hay dos grupos: quienes creen que fue alguien o alguienes (sic) “de adentro” y quienes creen que fue directamente Salinas. Lo primero me parece posible, y hasta probable; lo segundo, difícil de creer.

Sobra decir que no tengo ni la más remota idea de quién mató a Colosio, sin embargo tampoco puedo resistir la tentación de participar en el deporte nacional de la especulación. Vamos a ello.

“No se hagan bolas, el candidato es uno (Colosio)” dijo Salinas cuando Camacho parecía apagar el fuego zapatista y Colosio inició una campaña que Proceso llamó “desangelada”. Colosio era el candidato del Presidente. Los primeros 4 años del sexenio fue Presidente del PRI, y los últimos 2 se le posicionó desde la Sedesol. Salinas lo preparó y defendió.

No se hagan bolas. El discurso del “México con hambre” del Monumento a la Revolución en el que quiere verse a un Colosio distinto a la nomenklatura priísta, es el tradicional deslinde entre candidato y Presidente. En “La herencia”, Jorge Castañeda muestra que estos choques entre candidato y Presidente fueron comunes en los años del PRI. Dicen que Díaz Ordaz pensó quitarle la candidatura a Echeverría por sus fuertes diferencias.

No se hagan bolas. 1994 ha sido uno de los años más difíciles de la historia de México. La insurrección Zapatista en Chiapas dos meses antes puso al país en los ojos del mundo por una razón distinta a la que el padre del TLC esperaba.

¿Porqué Salinas se daría un disparo en el pie? ¿Colosio logró disimular durante años ser la reencarnación de Madero y al verlo descubierto a Salinas -la personificación del mal- no le quedó otra más que mandarlo a matar? ¿Todo esto para terminar poniendo a un candidato con el que simpatizaba poco y que terminó llevándolo al exilio y encarcelando a su hermano? Lo veo complicado.

Esto va más allá de Salinas y Colosio. El problema es aceptar versiones reduccionistas y simplonas de la realidad que se basan en prejuicios, fundados muchos de ellos, pero prejuicios al fin. El malo mandó a matar al bueno y se salió con la suya, ¿cómo más? Reducir de antemano la complejidad de la realidad a respuestas sencillas y lugares comunes es un enorme riesgo que no debemos aceptar por una razón muy sencilla: el estándar de prueba que le exigimos a la autoridad se reduce a nada. ¿Que hay que probar si el gran villano está acusado del crimen? ¿Qué hay que cuestionar si el gran salvador es quien respalda una decisión? En ambos casos el riesgo es grande: nunca seremos hundidos ni salvados por una sola persona.

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