Nos tratan como tontos

Jhonny Eyder Euán
jhonny_ee@hotmail.com

Amiga Laura, sé que hace unas semanas te prometí que venir a Mérida sería una experiencia cautivadora y muy segura para ti; sin embargo, las cosas han cambiado abruptamente y de nuevo la gente tiene la sensación de estar limitada. Lamento decirte que no es un buen momento para tu viaje; será mejor posponer tus planes porque no quiero que tengas una mala experiencia.

Cuando te avisé que podías viajar sin contratiempos era porque realmente parecía ser así. Las restricciones que por meses modificaron la vida cotidiana fueron canceladas y varias cosas volvieron a ser como mucho antes. Ya se podía andar fuera de casa hasta altas horas de la noche y los negocios comenzaron a recibir a más clientes. Hasta cierto punto había un poco de tranquilidad y el número de contagios iba en descenso.

Una semanas después me di cuenta —como muchos más— de que era demasiada casualidad que las medidas carcelarias se acabaran poco antes de las elecciones. Los vecinos y todo al que conozco me platicó que fue por las votaciones que se quitaron las restricciones. Hacer eso permitió a los candidatos y a sus caravanas recorrer colonias y realizar eventos multitudinarios.

¡Nos jugaron chueco, amiga! Era evidente el engaño que nos pintaron en la cara. Mientras algunos nos reencontrábamos con viejas amistades y cenábamos hasta tarde en restaurantes, un grupo de gente hacía lo que sea por conseguir votos.

Como no estoy muy familiarizado con la política no me di cuenta de la artimaña y me dediqué a disfrutar de la libertad. Por eso cuando me avisaste que planeabas venir te dije que sí de inmediato. Estaba contenta y en condiciones para recibirte en mi casa y para que juntas pasemos unos lindos y seguros días en mi ciudad.

Realmente estaba emocionada por tu visita, Laura. Sin embargo, la sonrisa se me borró del rostro después de las elecciones. No pasó ni un día de las votaciones y las autoridades avisaron que las medidas restrictivas volverían a aplicarse debido al alza de contagios.

Mis vecinos tuvieron razón. Se trató de un truco para despistar y permitir que los grupos políticos hagan hasta magia para intentar ganar. Y cuando ese show se acabó, nos volvieron a limitar sin contemplaciones. Sentí mucha rabia cuando me enteré de la bajeza. Nos tratan como tontos aquí, amiga.

Ahora los días son amargos de nuevo. Cuando sales no puedes quitarle la mirada al reloj porque temes que se te haga tarde. Y cuando intentas ir a determinado lugar, primero debes averiguar si está abierto. Es una locura y la gente está furiosa y cada vez más enferma. La tranquilidad se volvió a esfumar. Es mejor que no viajes, amiga, no quiero que te desilusiones al ver que la ciudad no es blanca, sino enferma, torcida, agrietada y clasista.

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