Opinadores

 

Es un problema para la filosofía el distinguir al filósofo del opinador. Y creo que una diferencia es que el filósofo reta sus opiniones. Cualquiera opina y expone sus razones, pero el filósofo está dispuesto a vulnerar su argumento y ver si sobrevive en terreno ajeno, a la intemperie. Ofrecérselo desnudo al ojo crítico. Hacerlo vulnerable al escrutinio. Al menos en teoría, cuando un filósofo opina, busca que le discutan.

Creo que la diferencia que hay entre opinador y filósofo es similar a la que hay entre dos tipos de personas en mi muro de Facebook: el “educador” y el “alumno”. El educador es ese que comparte su opinión de una forma, tal vez convincente, pero siempre tajante. Señala las ridiculeces de sus adversarios como hablando de idiotas sin argumentos. Nunca cambia de opinión. Y, sobre todo, nunca acepta tener dudas. Su misión es educar a sus amigos inseguros y confundidos, pero no entablar un diálogo.

El alumno, en cambio, es más como el filósofo. Opina, tal vez convencido o convincente, pero con dudas. Opina para que le contesten, para retar su idea. Para probar que su postura no es una ocurrencia endeble. El alumno es el que cambia de opinión cada dos días, se burla de sí mismo y trata de mejorar su postura, corregirla. Se emociona cuando lo convencen, pero no le tiene miedo a que le tiren la seguridad.

Me parece paradójica una filosofía demasiado soberbia y convencida. Sonar convincente es emocionante, pero me parece más propio de la filosofía la frustración de no saber cómo convencer, porque ya ni tú estás seguro. De manera similar, me parece sospechoso el paternalismo del “educador”. Me han convencido y “desconvencido” tantas veces, que creo que cuando una postura nos parece irrebatible, es porque no estamos viendo el diálogo completo.

Pienso en eso, como casi siempre estos últimos días, en el contexto de las votaciones. Me parece indispensable tener opiniones, decir “los dos tienen sus puntos” no es suficiente porque no permite el contraste y la evaluación de posturas. Pero tener posturas cerradas e invulnerables es igual de infértil. Hay que opinar y exponernos a críticas en terreno ajeno, no como gallitos soberbios, sino como filósofos valientes. Admiro al alumno que se compromete y luego cambia de opinión.

Por María de la Lama*
mdelalama@serloyola.edu.mx

* Yucateca. Estudiante de Filosofía en la Universidad Iberoamericana.

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