Ortografía ¿qué es eso?

Por Miguel II Hernández

Recuerdo cuando era niño y aprendía las primeras letras en la desaparecida escuela “José María Castillo”, en Mérida; en ese entonces los profesores tenían una ortografía impecable (bueno, menos los de Educación Física) y ponían especial énfasis en que sus alumnos aprendieran a leer y escribir en los primeros años.
Hoy eso es una era perdida en la bruma de tiempo. Decir que muchos preparatorianos y universitarios tienen pésima ortografía, sería ser repetitivo, pero es una realidad y lo más grave, a mi juicio personal, es que profesionistas, llámese abogados, ingenieros, médicos, diseñadores, comunicadores y hasta el magisterio, no saben escribir. No pueden expresar sus ideas de una manera correcta.
Y no es que les valgan un cacahuate las reglas gramaticales, sino que simplemente no las conocen, copian signos de puntuación de otros idiomas y términos que no corresponden a nuestra lengua materna. No se trata de modismos, se trata de desconocimiento e ignorancia.
¿De quién es la culpa? De nadie en particular, pero de todos en especial. Me explico.
En los años setenta, con Luis Echeverría Álvarez como presidente de México, hubo una Reforma Educativa en la cual se abandonó el esquema que llevaba como materias Historia y Civismo, Aritmética y Geometría, Lengua Nacional, Geografía y por último Estudio de la Naturaleza, además de las actividades artísticas. En su lugar entraron las áreas en la educación básica, con nombres como Español, Ciencias Sociales, Ciencias Naturales y Matemáticas.
La reforma no quedó ahí. Primero se instituyó que el idioma estaba compuesto por fonemas, de tal manera que si uno había aprendido que su lengua nacional estaba compuesta por letras y sílabas que formaban palabras, entonces debía olvidarse del concepto para aprender que eran fonemas (sonidos).
Además no había que forzar al niño a aprender a leer con fluidez, eso “provocaba confusión”, ni a entender lo que leía. Así desaparecieron con la reforma las prácticas de lectura de rapidez y lectura de comprensión, que se aplicaban en los tres primeros años de Primaria. Los cincuentones como yo quizá recuerden aquella tierna infancia.
El resultado es que de esa generación surgieron los siguientes maestros, quienes ingresaban a estudiar en las Escuelas Normales de Educadores, tan solo con la educación secundaria. Una década después se hizo evidente que la formación resultante de la reforma, era deficiente y se cambiaron los requisitos para que fuese necesario tener bachillerato para ingresar a las escuelas formadoras de los docentes de educación básica.
Pero eso no fue suficiente. El resultado lo estamos viendo ahora, dos generaciones después, con profesores escribiendo mal, sin saber redactar correctamente, con una cultura general baja y para “kienes ezcrivir azi” es correcto, pues dicen que se ahorra tiempo.
La culpa es de todos, porque en su momento nadie ha hecho nada por remediar en su esfera personal, pues sumando las acciones individuales se pueden lograr mucho en el seno de la sociedad. La culpa no es de nadie, sencillamente porque todos lo ven ajeno y esperan que cada sexenio se reinvente el país, aunque con ello educativamente la mayor parte de los mexicanos sigan estancados.
Tan solo con saber leer y escribir correctamente se pueden romper las cadenas de la ignorancia, el abuso y la impunidad.
Pero a eso se suma un cambio en los apellidos, donde los acentos han desaparecido, pues al digitalizarse, en la base de datos aplicaron la errónea creencia de que las mayúsculas no se acentúan y tenemos como resultado que los López, Pérez, Hernández, tienen hijos registrados como Lopez, Perez o Hernandez, sin acento, e incluso así están en su documentación oficial y poco a poco se van cambiando.
Quizá a muchos les parezca poca cosa el no escribir correctamente, a otros les parecerá grave, pero como sea, estamos siendo testigos de un cambio, para bien, o para mal.
Hasta la próxima…

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