Por Armando Escalante
Lo ocurrido con el actor Sergio Goyri por sus críticas ventiladas públicamente sobre la actriz de la triunfadora cinta Roma, merecedora de Óscares y otros premios, Yalitza Aparicio, le puede pasar a cualquiera. Peor si como dice Cuarón somos un país racista.
Más de un político diariamente es expuesto al escándalo mediático por sus seres queridos. Cuando no son los hermanos, o los hijos, es la esposa o pareja como sucedió con este actor, que literal tiró a la basura la imagen construida por años, con esfuerzo, trabajo y dedicación por un error de su compañera.
La doble moral que se vive de pugnar por la libre expresión, en realidad para este personaje está vetada al grado de no poder expresarse como él quiera y piense, manteniendo en silencio su sentir por ser políticamente incorrecto. Más allá del racismo que a casi todos nos invade, la realidad es que en las redes no se puede uno equivocar. Y la pareja de Goyri no solo se equivocó sino que le pasó encima a él y a su fama al hacer público algo que él dijo en privado.
No nos vamos a meter a opinar sobre los juicios de valor, y sobre lo que dijo este actor; hablemos de lo que ocasionó una indiscreción. ¿Qué necesidad tenía la dama que estaba con él de subir a las redes un video de ella modelvideo ante el celular donde a él se le oye diciendo barbaridades? Pudo haberlo editado pero le ganó el ego y lo dejó así.
Conozco el caso de varios políticos muy cuidadosos y comedidos en el uso de su imagen pero que siempre están en riesgo de sufrir ataques por las publicaciones que hacen familiares suyos sobre su vida privada, exhibiendo de esta forma lo que ocurre en el entorno personal.
Ese terrible e incontenible deseo para muchas personas de subir a las redes hasta el festejo más íntimo que debiera ser privado, lesiona la imagen de los políticos y funcionarios que de por sí, siempre está en el ojo del huracán por la razón misma de su encomienda.
Quienes viven de la política deben saber que hay que cuidar a los familiares cercanos porque sus redes y lo que suben a ellas, son extensiones -o lo pueden parecer-, de lo que cada quien vive en la intimidad. Peor aún si esa privacía se vulnera publicando desde los viajes que hacen, hasta los manjares que comen y los vinos que toman.
Eso lo saben los estrategas de redes pero a veces no les importa, sobretodo si no forman parte del proyecto personal de algún hombre público. Luego se pierden elecciones aún entre los más populares y queridos candidatos y no se imaginan ni por qué.
