Peña y la güera bailadora

Por Eduardo Ancona

La semana pasada alguien tuvo la gentileza de subir a Twitter un video donde se ve a Enrique Peña Nieto bailando felizmente, primero con una mujer que la fina prensa del corazón no ha alcanzado a bautizar y después con Tania Ruiz, su actual pareja. Al ex Presidente se le ve relajado, suelto, en lo que parece ser el final de una primera comunión o confirmación. Muestra pasos de baile que a ratos parecen torpes y en otros muestran una habilidad inesperada. Peña se ve desinhibido, disfrutando de una jubilación temprana muy quitado de la pena, como si su destino y su libertad, literalmente, no dependiese de las necesidades políticas de una sola persona.

Desde finales de su campaña, el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que no iría tras los ex presidentes de México ya que considera que en el esfuerzo de perseguir, detener, procesar y encarcelar a sus predecesores se le iría el gobierno entero. La permanencia de esa decisión, como más, recae única y exclusivamente en manos del Presidente. Por más que se la Fiscalía sea significativamente autónoma, el Presidente tiene el poder necesario -real- para encarcelar a Peña si así lo quisiera, o si así lo requiriera el momento político. Ante este perdón casi celestial, del beneficiario de esperaría una conducta mesurada. Pasar agachado, sin llamar la atención ni causar problemas y así evitar tentar a quien lo puede hacer conocer la sombra. Sin embargo, Peña Nieto parece estar haciendo todo lo contrario. El Presidente con más fuertes acusaciones de corrupción en los últimos años no tiene empacho en mostrarse en público viviendo la gran vida.

Según Raymundo Riva Palacio la foto de Peña Nieto con Tania Ruiz en la boda del hijo de un conocido abogado hace dos semanas enojó a muchas personas al interior del gobierno de la 4T. El ex Presidente con su nueva pareja rodeado de los ricos y poderosos haciendo gala de la impunidad -que no inmunidad- de la que goza. Mostrarse públicamente en una vida rodeada de lujos y excesos bajo el tufo de corrupción que irremediablemente rodea a Peña Nieto no solo muestra una enorme incapacidad de entender el momento que vive el país, sino es también una imprudencia que le puede salir muy cara al ex Presidente.

Mostrar viviendo la gran vida, es recordar la impunidad de la que goza y, en cierto modo, restregársela a sus detractores. Mírenme, aquí ando tan tranquilo y contento bailando, parece decir. Otro ex presidentes como Zedillo o Salinas -notablemente más inteligentes- se mantienen en los márgenes. Peña no. Y al hacerlo lo único que consigue es elevar el costo político que el Presidente tiene que pagar por su impunidad. AMLO aún está dispuesto a pagar ese precio. Por ahora. Los sexenios son largos.

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