Pensar a Ayotzinapa, pensar a México

Cuando piensas en México, ¿qué es lo primero que te viene a la cabeza? Para unas personas tal vez sea nuestro legado cultural, para otras tal vez sea nuestra gran diversidad o quizá nuestros hermosos paisajes. Lo que es cierto es que para muchas otras México es corrupción e impunidad , México es violencia, México es narcotráfico y delincuencia, México es injusticias contra el pueblo. No suena igual de bien, ¿verdad?

Un día como hoy hace cinco años tuvo lugar una de las violaciones a los derechos humanos más sonadas que este país ha tenido en 20 años. Un grupo de estudiantes de la escuela Normal Rural Isidro Burgos, ubicada en Ayotzinapa, Guerrero, tenían planeado tomar autobuses para dirigirse a la marcha anual conmemorativa por la matanza estudiantil del 68 en la ciudad de México; sin embargo, fueron interceptados por la policía local y por grupos armados. Éstos abrieron fuego contra los estudiantes bajo las órdenes del alcalde de la ciudad de Iguala, pues según éste, ellos estaban presuntamente relacionados con un grupo del crimen organizado, Guerreros Unidos. La orden del alcalde era detenerlos, ya que iban a irrumpir en un evento público y eso no se podía permitir. Al final de la noche, cinco de los estudiantes habían muerto, una veintena había sido herida y 43 se encontraban desaparecidos. Los hechos oficiales dicen que los restos de los desaparecidos fueron encontrados calcinados en una fosa común y ahí cierran el caso.

Pero la historia no acaba ahí, los familiares de las víctimas no iban simplemente a aceptar que sus seres queridos fueran un cuerpo irreconocible en alguna fosa común. No pretendas que al desaparecer de la vida de alguien, a un familiar o un amigo, sus seres queridos no protesten. No puedes arrebatarle la felicidad a una familia sin consecuencia alguna. De la inconformidad de estos familiares y amigos nació el grito: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. ¿Pero por qué este caso de injusticia ha resonado entre tantos otros? Lo que resalta a este evento no es solamente la cantidad de personas involucradas, sino la respuesta del gobierno. No solo fueron las órdenes de gobernadores las que condenaron a estos jóvenes, sino que los organismos encargados de traer justicia a este caso no hicieron más que intentar encubrirlo. ¿Cómo podemos confiar en aquellos que prometen protegernos y velar por nuestro bienestar cuando situaciones así ocurren en el país?

Miles de personas han tomado acción cada año para que este caso sea resuelto, para que los desaparecidos sean encontrados y los responsables juzgados correctamente por sus acciones, para que estos sucesos no sean olvidados y pasados por alto como muchos otros, pero, ¿qué son unos miles en comparación de los millones de habitantes de nuestro país? Nuestra sociedad es una sociedad conformista y apática que no está acostumbrada a demandar que sus derechos sean respetados ni a participar en los eventos de su nación. Es una sociedad que si no está siendo directamente amenazada no va a moverse para cambiar las cosas. No podemos esperar que el gobierno haga algo cuando el mismo pueblo no está dispuesto a luchar por ello. Esperamos que una sola persona transforme la situación entera de nuestro país en seis años, que las cosas empiecen a mejorar por escoger al partido correcto, y la realidad no es así. Una sociedad justa y solidaria es una en la que los ciudadanos se tienen respeto a sí mismos y están dispuestos a hacer el trabajo duro con tal de brindarle un mejor lugar en el que vivir a las futuras generaciones.

¿Pero a mí esto cómo me afecta?, ¿por qué es tan importante todo esto?, ¿por qué yo tengo que hacer justicia por un grupo de desaparecidos que no conozco en lo absoluto?, ¿por qué tengo que preocuparme por lo que hace o no hace el gobierno al otro lado del país? Deja de lado la idea del patriotismo, deja de lado la idea de comunidad, deja de lado la idea de justicia para todos; lo único que tienes que hacer es ser un poco empático y ponerte en los zapatos de los otros. Imagínate que alguien llega a tu puerta para decirte que tu hijo, tu hermano o tu amigo está desaparecido y posiblemente muerto, para decirte que ya nunca más lo volverás a ver, para decirte que lo olvides y continúes con tu vida. Poco después te enteras que el gobierno ya no va a investigar qué es lo que pasó con él, ya no va a permitir que otros investiguen y tampoco castigará a los que lo hicieron. ¿Podrías sentarte e ignorarlo?, ¿podrías continuar con tu vida como todos te dicen que hagas? En lo personal yo no podría.

Por esto y más es importante que esto no se olvide, que la gente se entere que tragedias así ocurren todos los días; que no solo son los 43 de Ayotzinapa, que son miles los que se vuelven cifras en un reporte y nada más, que son miles los casos de impunidad y corrupción, que son miles los casos archivados que no se molestan en resolver, que no son algunos estudiantes en Guerrero, que son personas como nosotros con familia, amigos y seres queridos, que son personas que alguna vez soñaron como nosotros, personas que podrían ser tú o yo. Que nuestras realidades sean diferentes no significa que no suframos de la misma manera.

Tú que estás leyendo esto, ¿estás seguro de estar contribuyendo a construir un país mejor para todos?, ¿o eres de los que se sientan esperando los cambios que nunca vendrán?, ¿eres de los que se informan y se preocupan por sus cohabitantes y les dan la mano o uno de los que ni siquiera voltean a ver a los que tienen a su lado gritando por ayuda? Claro que es el gobierno el que tiene las herramientas legales y jurídicas para lograr que esos cambios sean definitivos, pero ellos no van a empezar un cambio que sus ciudadanos no exigen. También debemos recordar que aquellos en el poder vinieron del mismo lugar que nosotros, no son seres divinos escogidos por entes superiores. Somos nosotros los que decidimos darles ese poder y somos nosotros los encargados de asegurarnos que lo usen de manera correcta. No solamente alzamos nuestras voces por los que ya no están, sino por todos aquellos que todavía siguen aquí; para evitar que sean forzados a esfumarse, para evitar que más familias sean destruidas, para evitar que sus llantos sean silenciados.

Así que no importa si un político, un adulto, un estudiante, un trabajador o un niño es el que está leyendo esto, todos somos ciudadanos de la misma nación y por ende tenemos la obligación de luchar por un país libre y justo para todos. Que tragedias como la de Ayotzinapa o la matanza del 68 no se repitan, y que no pasen desapercibidas, que juntos somos más fuertes y que juntas nuestras voces se oyen más; que viéndonos a los ojos nos damos cuenta de que los de nuestro alrededor también son personas como nosotros, con sueños y esperanzas, con familia y amigos, y no solo simples números en estadísticas.

* Estudiantes del primero de bachillerato de Prepa Ibero Mérida

Texto: Isabella Hernández
y Amelie Zamudio *
Foto: Cortesía

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