Perdemos el Paraíso…

Por MIguel II Hernández Madero

Mérida es considerada una ciudad tranquila, con gran calidad de vida, de brazos abiertos, a 20 minutos de la playa más cercana y donde hasta los fuereños terminan acostumbrándose al calor, para disfrutar de las demás bondades de la zona; en fin es un casi paraíso…, pero ese Edén lo estamos perdiendo.

Dejemos a un lado los niveles de inseguridad que han ido en aumento en lo que va del siglo XXI, veamos otros temas relacionados con el crecimiento urbano, para el cual las autoridades no se prepararon, inmersos en programas de corto plazo cuyos resultados (o inauguraciones) pudiesen ver en su Administración. En este tema nos daremos cuenta que las “islas de calor” y las altas temperaturas que se están registrando (sensaciones térmicas de 56 grados), no es algo nuevo. Ya desde los años 90 del siglo XX se había advertido de ello por urbanistas e investigadores de la Uady.

Donde había zonas verdes se talaba para construir fraccionamientos, calles y avenidas, sin colocar árboles de sombra, sino plantas de ornato, que con el calor, no tienen mucho tiempo de vida.

Pero además, los espacios se fueron empequeñeciendo. Aquella costumbre de tener una casa con jardín y patio fue cambiando. Las casas que se construyen ahora tienen patios simbólicos que son sacrificados en la construcción de nuevos espacios con piso de ladrillo o concreto. ¿Alguien ha hablado de microclimas? Parece que no, pues no se toma en cuenta qué tanto puede refrescar el ambiente el tener un árbol de sombra, que puede ser frutal, no sólo de ornato.

Pero además Mérida se encuentra a ocho metros sobre el nivel del mar. Tenemos agua a poca profundidad, lo recordaron muy bien cuando se construyó el paso a desnivel en la colonia México, donde el agua inundó la obra y aún ahora es necesario un complicado sistema de bombeo para evitar que ese túnel se convierta en una trampa mortal con las lluvias.

Pero ese manto tan cercano a la superficie ya no es propio para consumo. El uso de fosas sépticas y la costumbre de antaño de buscar cuevas para descargar ahí las aguas negras de los hogares, contaminaron todo y se ha tenido que recurrir cada vez a capas más profundas. Esas aguas quedan únicamente para riego, con las debidas precauciones si se usa para cultivos.

Ese Paraíso del que tantos presumimos se está perdiendo y hasta el momento ninguna administración se ha enfocado en iniciar o proyectar programas de largo plazo para solucionar el problema. Ahora es el tiempo de trabajar por la Mérida del futuro, por esa ciudad en la que vivirán nuestros descendientes.

¿Qué ciudad les dejaremos?

Hasta la próxima…

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