Priorizar

Por María de la Lama

Me encanta la filosofía: los temas, las discusiones, la historia. Es de lo que me gusta pensar en mi tiempo libre, y a veces creo que me encantaría dedicarme a eso. Pero a veces estoy harta y creo que me puede volver loca, en particular la academia; principalmente porque no puedo leer e investigar algo que me parece irrelevante sin dejar de pensar que lo que leo no importa. Y la filosofía muchas veces aparece como preguntas con las que juegas y a las que persigues sin mucha fe en que haya respuestas, o en que, si, hay, estas vayan a servir de algo.
Cuando pienso en una pregunta no dejo de dudar si estoy pensando algo que vale la pena, o solo buscándole seis pies una paradoja irrelevante generada por un lenguaje imperfecto. No puedo comparmentalizar: no puedo concentrarme en un nivel (el del problema filosófico en cuestión) sin pensar desde un meta-nivel que esa discusión no va a ningún lado o que podriá estar usando ese tiempo para investigar cosas más importantes.
Cavalazzi, un amigo doctor en filosofía, dice que para ser filósofo hay que amar la práctica en sí misma, sin importar las consecuencias. Pardo, otro amigo filósofo, dice que la verdad por sí misma importa, independientemente de sus consecuencias prácticas o su utilidad. Yo no estoy de acuerdo: sí hay verdades o discusiones triviales, o más triviales que otras, y las triviales no me importan. Y no me avergüenzo de encogerme de hombros ante preguntas irrelevantes; esta conclusión se sigue de reconocer que nuestro tiempo es limitado y que no lo podemos conocer todo. Esas dos premisas (que creo que tanto Cavalazzi como Pardo comparten) juntas, implican que hay que priorizar.

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