Problemas de aprendizaje y huachicol

Por Carmen Garay

Mi primera columna de 2019 va rebosante de optimismo y buenos deseos para todos sin distinción. Aunque mi optimismo también está plantado en la realidad, una realidad preocupante e incierta porque, hoy más que nunca, me queda claro que todo lo que ocurre en el país está imbricado y pasa, en algún momento, por el tamiz de la buena o mala voluntad de las personas, no por el tamiz de la razón y la experiencia previa. Las políticas públicas, decisiones y acciones de gobierno debieran integrar ambos aspectos: buena voluntad y buen razonamiento y ahí precisamente es donde se arma el lío si invocamos a Ares.

La palabra guerra, causa un efecto inmediato en el ánimo de quien la oye, porque pone en alerta y anticipa “acciones en contra”. Cuando se emprenden campañas de gobierno como guerras contra algo”, no solo se alerta a la sociedad, sino se ponen en juego elementos de psicología social y los comportamientos resultantes en las personas pueden ejemplificar precisamente la ansiedad, el desconcierto, la impaciencia y desolación de estados en conflicto de armas.

Por ejemplo, la guerra contra el narcotráfico que declaró Felipe Calderón alertó en primer término a los propios narcotraficantes que sistemáticamente reprodujeron como hidra, sus cabezas o liderazgos, mientras la población soportaba los daños colaterales y las emociones propias de la guerra, incluidos luto y llanto. La buena voluntad del gobernante -sin dudar de ello- no estuvo a la altura de la magnitud del problema, su razonamiento no proyectó escenarios alternativos ni el tiempo que se tomaría una empresa de tal magnitud. Faltó una buena estrategia, faltó labor de inteligencia.

Ahora, la guerra contra el robo de hidrocarburos que ha iniciado Andrés Manuel López Obrador, si bien no alertó a los huachicoleros, tampoco sensibilizó con oportunidad a la población, no contempló progresividad del desabasto y, lo peor, no previó adecuadamente los escenarios alternativos de abastecimiento, es decir, cerró válvulas para impedir robos y fugas, sin anticipar el efecto colateral de escasez y sobredemanda que tal vez llevaría a algunos a comprar ¡huachicol! El combustible robado se volvió el nefasto gran negocio que es, cuando la gasolina en las estaciones de servicio se elevó tanto que la gente buscó otra opción. Es evidente que no aprendimos la lección.

En ambos casos, la variable no contemplada -además de la insuficiente planeación-, se llama tiempo. Un cierre de ductos durante 24 horas, no es igual que uno de cinco días. Las entidades no afectadas en 24 horas, lo serán en el transcurso de los días. Yucatán también es México y necesitará supervisión de sus ductos y subsanar cualquier práctica nociva que pueda estar detrás de probables tomas clandestinas o eventuales incendios como los que alguna vez se presentaron en la carretera a Progreso.

Aunque se trate de un nuevo gobierno con apenas un mes de haber iniciado, necesita evitar problemas de aprendizaje es decir, debe poner atención de las experiencias pasadas, anticipar escenarios, resolver problemas no agravarlos y desterrar de una vez por todas ese afán absurdo de llevar conceptos de guerra y sus estragos a cualquier ámbito. Si en vez de “Guerra” se hablara de Operativo Nacional… creo yo que comprenderíamos igual y no esperaríamos ver la sangre correr. Y cuando se trata de delincuencia organizada, la frase “sangre correr” no suele ser metafórica. En lo que toca a nosotros como ciudadanos, informémonos en fuentes oficiales, evitemos propalar rumores y , nosotros sí, tomemos nota y aprendamos.

 

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