¡Qué tranquilo era todo!

Por Miguel II Hernández Madero

Pese al Escudo Yucatán implementado en la Administración de Rolando Zapata, los hechos delictivos han ido en aumento y la gente ya no se siente segura en sus hogares, pues está con el pendiente de que en cualquier momento alguien podría entrar y despojarse de sus pertenencias.

Era común hasta hace menos de veinte años, que las personas dejaran las puertas abiertas para refrescar sus casas, los protectores eran más ornamentales que otra cosa y las rejas (o verjas) eran simplemente para delimitar la propiedad, porque eran de baja altura. Ahora, por el contrario, las personas parecen prisioneras en sus propios hogares.

Culpar de ello a las políticas de seguridad pública no es del todo correcto. Se debe ejercer vigilancia, es cierto, se debe prevenir en vez de perseguir y ahí es donde se complica el asunto.

Para prevenir e ir disminuyendo la inseguridad se deben atender todos los factores posibles. Hablamos de falta de oportunidades educativas, laborales y de desarrollo social. Una persona que no tiene acceso a la educación, tendrá dificultados para obtener un trabajo con un salario digno y por ende, le será difícil obtener un patrimonio; eso genera descontento, después resentimiento y por último desesperación y la desesperación es terreno fértil para muchas otras cosas.

Sumemos a esto el sentimiento de impunidad que se va generando al saber que no importa si al cometer un delito se les detiene, total siempre habrá opción de salir en libertad en poco tiempo, eso si acaso se llega a integrar bien los expedientes legales, pues de otro modo, todo quedará en una anécdota.

Agreguemos otro elemento: la idealización de la cultura del narco, de la rebeldía, del enfrentamiento a la autoridad establecida. El homenaje que se hace con los narcocorridos, donde se idealiza la vida al margen de la ley, donde los villanos son héroes y se presume de una vida maravillosa, llena de lujos y placeres. Para una persona que nada tiene y que ha crecido escuchando esa temática, es muy fácil decidir.

Pero aún no acabamos. Si se anuncia que no habrá persecución contra quien cometa ilícitos y recibirán apoyos económicos con el argumento de que “se han visto obligados a ello”, entonces no se soluciona nada, tendremos un mundo de impunidad.

Es tiempo de pensar qué tipo de sociedad queremos en el futuro para nuestros hijos. En qué tipo de sociedad queremos vivir cuando alcancemos la tercera edad y entonces nos daremos cuenta que avanzamos hacia el desastre, lejos de la vida tranquila que todos anhelamos, pero lo más triste es que cuando fue el momento, no habremos hecho nada para evitarlo.

Yucatán aún está a tiempo y toca a los ciudadanos actuar cuando las autoridades solamente viven en su mundo de fantasía, dentro de un Palacio de ilusión.

Hasta la próxima….

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