Quien a hierro mata…

El año inició en Estados Unidos con un solo tema en la mira: la publicación del libro “Fire and Fury” del periodista Michael Wolff, causando un gran escándalo en los medios tradicionales y liderando las ventas en las librerías a nivel mundial. A casi un año de la ceremonia de llegada al poder, las páginas hacen un retrato lleno de detalles del ahora y todavía presidente Donald Trump, que lo describen inseguro, voluble y hasta paranoico con su círculo cercano encargado de su seguridad.
No obstante, el contenido de las revelaciones ha motivado un intenso debate en la clase política norteamericana, particularmente, la que pone en duda la salud mental, y, en consecuencia, la incapacidad para gobernar por parte del ocupante de la Casa Blanca. Mientras la publicación lo califica como inestable, la reacción del primer mandatario ha sido a través de su acostumbrado medio predilecto: Twitter, y ha publicado que es un libro lleno de falsedades por un escritor desacreditado. Él mismo, en otro tuit, se ha autoevaluado como un “genio muy estable”, tratando de contrarrestar el contenido del libro.
Sean ciertas o no las cuestiones abordadas, la ebullición política es intensa y provocó que se considere nuevamente la posibilidad de realizar un juicio de procedencia o impeachment, para removerlo del cargo antes de que termine su período. Si fuera el caso, la publicación de un libro lograría lo que no se pudo fraguar entre sus oponentes. Un encuentro en el que de un lado está un periodista y su pluma, armado con lo que Trump califica como “Fake News”, y del otro, el presidente más poderoso del mundo con un botón nuclear más grande que el de su homólogo norcoreano, Kim Jong-un, al alcance de su mano.
Si las hostilidades se trasladan a la arena mediática, Trump lleva desventaja. Quien pega primero, pega dos veces, reza el refrán y quien ha movido antes sus piezas es Wolff. Las reacciones personales de Trump han sido torpes, imprecisas y evidencian que está fuera de balance. Acostumbrado a ser el acosador, Trump apenas ha podido articular una defensa y convocó a su gabinete para sacarse la foto con ellos mientras le prodigan sus cumplidos en transmisiones al aire, como para hacer notar que nada ha pasado.
Otra cosa sucede en internet, donde han condenado ya a quien dijera conocer a los medios como a sí mismo. Las redes sociales ya tienen un nuevo monarca. Muerto el rey, viva el rey. O mejor dicho: la reina.
En la entrega de los Golden Globe Awards, la voz enérgica, firme y emotiva de Oprah Winfrey llenó de entusiasmo tanto a los presentes en el recinto como a quienes seguían la transmisión a través de la televisión o el streaming, al punto tal que las redes sociales explotaron postulándola como candidata oponente a Trump para la presidencia del 2020.
En una entrevista con el legendario periodista Larry King en 1999, Trump habría dicho que de ser presidente nombraría a Oprah como su vicepresidenta por considerarla brillante y maravillosa. Hoy en cambio, ante la pregunta sobre si la ve como contendiente seria en la próxima contienda presidencial, el mandatario asegura que la derrotaría en unas elecciones. Al parecer nada puede ser más intimidante para el magnate que perder el centro del escenario y los reflectores.
En momentos en los cuales los demócratas no presentan una figura identificable que apuntale la oposición y le haga frente a los republicanos en las próximas elecciones, no se descarta del todo la opción de presentar a una actriz, productora y presentadora, dueña de sus propios medios que pueda carear a una celebridad del mundo del espectáculo dentro y fuera de los medios, el presidente de los Estados Unidos.
Si, como destacan algunos, el capital político de Trump viene de ser, paradójicamente, un personaje ajeno a la política, famoso gracias a la televisión, cabe preguntar qué pasaría, simplemente como ejercicio intelectual, si efectivamente Oprah se tomara en serio la oportunidad de postularse. Ella tampoco ha sido política aunque a través de su programa televisivo ha conocido un espectro muy amplio de personalidades, problemáticas y necesidades y ha ejercido una clase de activismo al menos en el discurso.
En tanto, la estrella de Oprah brilla cada vez más, el ocaso de Trump se ve más inminente. El empresario al término de su mandato, cualquiera que sea su desenlace, puede derruir su propio branding, política y mercadológicamente hablando. Él ha sido su propio agorero del desastre. Mientras piensa que Wolff lo ha desnudado por sus revelaciones y lo expuso ante el público, sucede precisamente lo contrario: ya no importa el libro, sus propias reacciones lo exponen tal como es. La verdad, como dice Oprah, es la herramienta más poderosa que tenemos.

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