RATIO ESENDI: El amor de Dios hacia los hombres

Por Roberto Dorantes*
robertodorantes01@gmail.com

La filosofía ha sido mi instructora en la búsqueda de la verdad, la Teología me ha enseñado que la fe está encima de cualquier doctrina humana.

El amor de Dios hacia los Hombres.

La parábola del buen Pastor que cuida de sus ovejas, que conoce a cada una de ellas, que es capaz de dar su vida por cada una de ellas, es una enseñanza del amor de Dios hacia los hombres, Él es el Buen Pastor.

Para comprender este amor que tiene Dios hacia el género humano, no debemos confundirlo con el amor humano que designa la relación entre los sexos, cuando esta relación es selectiva y electiva y se halla acompañada, por lo tanto, por la amistad y por efectos positivos como la solicitud, la ternura, la protección, entre otras demostraciones de amor.

El lenguaje común identifica el amor con las relaciones sexuales, como cuando se dice “hacer el amor”.  Sin embargo podemos afirmar que en lo que se refiere a la relación intersexual se puede llamar amor sólo cuando tiene una base electiva e implica el compromiso personal recíproco. No llamemos amor a la relación sexual ocasional o anónima, que en la mayoría de casos se trata de un acto egoísta de posesión, de interés dominante que se traduce en pasión.

En el amor humano se dan diferentes tipos de amor, el amor paternal, fraternal, familiar, el amor entre los amigos, y todos ellos se fundamentan en el propio bien que nos viene de otro, “amar” significa querer el bien de alguien; en cambio, en Dios el amor se halla en su propia bondad.

He aquí el misterio de Dios, el amor de Él es diferente del humano, porque el humano no crea la bondad de las cosas sino que la encuentra en el objeto que lo suscita, el amor de Dios infunde y crea la bondad en las cosas mismas.

San Pablo identifica el amor con la caridad, y así afirma: “la caridad todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera… Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, pero la mayor de ellas es la caridad”. San Agustín une el amor del Dios con el del prójimo al decir: “el hombre por lo tanto, no puede amar a Dios, que es el Amor, si no ama a los otros hombres. El amor fraterno entre los hombres no sólo deriva de Dios, sino que es Dios mismo”.

El hombre no podría amar a Dios si Dios mismo no lo amase; Dios se dirige al mundo y mediante un libre acto de Amor lo toma a su cuidado y le da vida.

El amor de Dios se traduce en misericordia, en un acto libre de su voluntad hacia el hombre, como dice Pascal: “el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de los cristianos, es un Dios de Amor y de consolación, es un Dios que llena el alma y el corazón de aquellos que Él posee y les hace sentir interiormente la propia miseria y su misericordia infinita”.

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