Recuerdos de ‘Mau’ Vila (segunda y última parte)

Por Esteban Sanjuán

Es de suponerse que el Gobernador se enorgullezca de su pasado empresarial, particularmente de haber estado al frente de Subway, cadena que regresó a Mérida tras una larga ausencia.

Algunos recordarán una de las pruebas de esto: la frase esgrimida por Vila Dosal, cuando arreciaron los ataques de ‘Huacho’ y Sahuí, en el primer debate rumbo a la gubernatura: “Me quieren hacer sandwich y el que más sabe de sándwiches soy yo”.

Como en la anterior entrega —interrumpida por la ineludible visita de Andrés Manuel en Yucatán— continúo con la narración de vivencias simples en torno a quien esto escribe y el actual gobernador, meros conocidos y ex compañeros. No hay hechos profundos ni anécdotas complejas. Biógrafos, absténganse…

Era una cola inmensa en aquel local de Plaza Mayor, en Prolongación Paseo de Montejo. Subway estaba de vuelta y allí estaba la yucatecada para honrar esa costumbre muy nuestra de abarrotar los sitios nuevos. Al principio, no sé si lo reconocí, pero andaba moviéndose nervioso detrás de la barra entre los empleados de mandiles y gorritos verdes.

Sin decir agua va, una señora gorda, impaciente y muy quitada de la pena, echó un grito pelado rumbo al mostrador para saber si tenía caso hacer la cola porque ella quería su torta —sí, dijo torta— con pan integral. Súbitamente, otros también empezaron a hacer preguntas similares en voz alta.

Me incomodó el momento, la verdad. Pero Mauricio ni siquiera se inmutó. Respondió seguro, seco y al grano: en ese momento, efectivamente, no había pan integral, pero que si le daban diez minutos, podía ofrecérselo. A los otros quejosos, se dirigió firme y respetuoso. Agradeció su preferencia y también prometió el pan que quisieran si podían esperar unos minutos más.

Al final, una vez pedido el sándwich y en la caja para pagar, me medio chiveó que ni siquiera me saludó. Estaba clavado con el otro cajero, explicándole, creo recordar, que si ofrecía el producto en paquete o con alguna otra promoción, prácticamente todos los clientes iban a decir que sí, pero había que ofrecerlo, supongo que de allí el regaño. Su cara no se me olvida: bastante serio, estresado si me lo permiten. No era para menos: la cola ya había superado el local y seguía creciendo en el pretil de la acera. Eso sí, buena venta.

La última vez que lo saludé en persona, muchos años después de este suceso en Subway, me lo encontré en las afueras de la capilla de la comisaría de Chablekal. Yo apoyaba al coro de esa comunidad y él ya estaba en campaña rumbo a la diputación local. Era, pues, una estrella apenas en ascenso.

Allí sí me saludó cordial, pero se sorprendió de verme allá. El diálogo fue algo así como lo que sigue a continuación, aunque evidentemente no es literal. No lo recuerdo exacto.

— ¿Qué onda? ¿Qué haces por aquí— me dijo.
— Apoyo al coro, candidato. ¿Cómo vas?
— Todo bien, pero échame la mano por aquí.
— Claro que sí.

Nos sonreímos y despedimos. Él siguió con su caminata nocturna.

Después llegó esa carrera política que sigue en marcha. Miento si digo que no me dio gusto verlo en la pantalla desde la Plaza de la Madre, junto a Tercera Orden, en una pausa de la transmisión especial que Punto Medio preparó con motivo de su toma de protesta en el Peón Contreras…

Nos sentamos juntos, caminamos los mismos pasillos, alguna vez nos saludamos sin que mediara compromiso alguno. Es entre padre y raro saberlo. Espero mucho de él porque no tenía necesidad de entrar a la política. También habría brillado únicamente como empresario. Pero cada uno sabe sus razones.

Aquel día en el centro, después del aguacero, y justo cuando salió rumbo al Palacio, quise acercarme para saludarlo y desearle suerte, pero fue imposible.

Lo hago ahora, por si asoma los ojos por esta página de la sección local: mucha suerte, gobernador… buenos cristianos y virtuosos ciudadanos. Lo escuchó las mismas veces que yo. No se le olvide.

Que nunca se nos olvide a todos.

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