Riesgos desconocidos

Por Armando Escalante

El 1º de junio comienza la temporada de huracanes 2019 y para el Atlántico nos esperan 14 posibles fuertes meteoros, con una incidencia mayor a la promedio, según dicen los estudiosos.

Aunque ya tenemos experiencia en el tema, hoy se advierten nuevos y graves riesgos que dañarían a muchas más personas, comenzando con miles de familias que han llegado en los últimos 15 ó 16 años, tomando en cuenta que “Isidoro” se presentó en septiembre de 2002, o sea hace 17 años. Es gente que no tiene la menor idea de qué es un ciclón ni tampoco sabe qué hacer.

La diferencia entre 1988 y 2019 es abismal hablando de modernidad y de riesgos. Hoy tenemos elevados edificios que harán resistencia al viento con “paredes” de cristal, balcones decorados con acrílicos, donde se observan salas, mesas, y adornos que, por supuesto, saldrán volando. Sin duda alguna, es fácil prever que los ventanales de muchas de esas altas torres departamentales y de varias plazas comerciales, cederán ante las ráfagas huracanadas de 250 ó 300 kph.

Durante Gilberto no tuvimos que preocuparnos de gente atrapada en edificios en sus elevadores, y lo más que teníamos eran 6 hoteles de 8, 10 ó 14 pisos, con menos gente dentro alojada. Hoy siendo una atractiva capital turística, es fácil pensar que habría miles de viajeros en los centros de hospedaje.

En 1988 por las calles no corrían tantos cables de redes colgados de los postes, como hoy cuando las cableras han instalado hasta 3 y 4 gruesas líneas que le dan mayor peso a esos tendidos; de caerse árboles sobre esas redes, ejercerán un efecto dominó que hará que vayan al suelo los postes y kilómetros de cables de telefonía y de televisión.

Cuando azotó “Gilberto” e “Isidoro” volaron por los aires antenas parabólicas de casas particulares, y vimos caer torres de radiocomunicación de la policía, de estaciones radiodifusoras y centenares de árboles. ¿Usted cree que no saldrán volando esos miles de nuevos paneles solares que se colocan sobre las casas?

Hoy tenemos nuevos sistemas en materia de comunicación, como una enorme red de telefonía celular, con cientos de antenas en todo el estado que seguramente muchas caerán por la fuerza de los vientos; no dude que nos quedaremos sin internet, no solo sin celular.

Lo menos que se puede esperar es que el Gobernador tome de una vez el mando y el control de un nuevo y moderno plan de contingencia y se comience por revisar si en ese centenar de torres de telefonía hay baterías de reserva —porque seguro se irá la electricidad—, a fin de determinar cuánto tiempo permaneceremos incomunicados. Nadie podrá pedir ayuda, porque incluso ya son menos los teléfonos fijos que dependen de una red de cables cubierta bajo tierra, como era antaño.

En fin, hay una larga lista de nuevos riesgos que pocos ven, la duda es ¿esto le preocupa a alguien? ¿Alguien se interesaría en ver el bosque y no solo unos cuantos gajos de este posible problema?

 

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