Rutinas de un viernes

Jhonny Eyder EUÁN

jhonny_ee@hotmail.com

Este viernes santo no es un día descanso para muchas personas. No lo es para el individuo que volvió programar alarmas desde ayer para poder despertarse a tiempo esta mañana. Se vistió y acomodó cosas de un día de más de trabajo en su mochila, en lugar de guardar toallas, bronceador o traje de baño para irse a la playa.

Después de desayunar cereal y cepillarse los dientes, usa su teléfono para pedir un Uber. Es un servicio bueno para ocasiones, aunque no es tan eficaz cuando necesitas un transporte a las ocho de la mañana porque escasean los conductores.

Luego de unos quince minutos llega el conductor y el personaje aborda el Ford Figo para que lo lleven hasta su trabajo. Observa que es una mañana un poco tranquila, sin filas de autos ni mucha gente en las calles. El conductor tiene encendida la radio. Se escuchan canciones de moda y luego una pareja de locutores comentan las noticias destacadas. Hablan de robos de combustible, desaparición de mujeres y también de la gente que se va a la playa.

Este individuo no es de los que van a bañarse al mar,  pero sí es de los que quisieran descansar cuando de un día de asueto se trata. Pero bueno, valora que al menos tiene un trabajo que lo mantiene como alguien útil. Con apatía sube las escaleras y se sienta en su lugar. Casi no hay nadie en la oficina, así que aprovecha para llamar a su casa y preguntar por su hermana.

La hermana no tiene trabajo. A pesar de ser explotada y recibir malos tratos, laboró casi un año en una empresa de telefonía. Ella misma renunció y desde entonces se dedica todos los días a buscar un nuevo empleo.

Se levanta muy temprano, desayuna y luego se prepara café para ir a sentarse frente a su escritorio; enciende su computadora y ahí se queda por horas. Su actividad consiste en buscar oportunidades laborales que vayan con su perfil. Eso hace desde hace unos cinco meses. Sin embargo, está agotada de fracasar y su cama se ha vuelto un imán insoportable.

No contestó la llamada de su hermano porque seguía durmiendo. Suele pasar que se despierta a tiempo, pero se queda pensando sobre la cama y de repente el sueño la secuestra de nuevo. Cuando reacciona ya es casi mediodía, y aunque no tarda en reincorporarse a su búsqueda, la frustración del desempleo empaña sus días.

Ocurren tiempos muy difíciles, y ella piensa que después de estudiar una carrera profesional, de años de esfuerzos personales y familiares, de inversión de tiempo y dinero, sigue siendo invisible. Se siente perdida y llena de frustración. Sabe que hay empleos, pero no entiende por qué no puede acceder a ellos. Cuando ya no puede más con su mala fortuna deja la computadora y sale a caminar. Simplemente camina hasta que la irrelevancia de un viernes le haga recordar que no debe darse por vencida.

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