Se acabó el casting

El lunes empieza la campaña electoral.

Y para demostrarlo ahí está la salida de Margarita Zavala de la carrera electoral. Sus razones serán las que han dicho unos u otros, pero poco a poco se va conformando lo que es evidente.

Se acabó el casting. Si uno conservaba su carácter o no, si podremos soportar lo más brillante que mil soles como es el caso de Anaya, cuánto cuesta subirte a los tacones de tu propia historia y ser un candidato creíble para alguien que hacía taquizas cuando era Secretario de Relaciones Exteriores. Esto quiere decir que en su corazón siempre anidó ser quien es hoy. Al final del día una cosa es soñar y otra es poder.

Ya sabemos qué, quiénes son y en dónde fallan. Han tenido cinco meses para preparar y depurar el discurso. Espero que lo hayan hecho.

No se les puede reprobar, hasta aquí todo perfecto. El Frente por México no cuajó, no es una coalición; pero la campaña personal de Anaya, siguiendo lo que ya había hecho cuando era presidente del PAN, es todo un éxito. Será el mejor candidato en las elecciones del 2024.

Le llegó la hora a López Obrador de hacer un esfuerzo, de explicar qué es lo que quiere hacer con el país y con quién.

Y en cuanto a los demás, vamos a dejarnos ya de simplificaciones que ofenden al sentido común.

El riesgo con AMLO no es que convierta a México en Venezuela. Porque para esto, primero, debes tener al pueblo venezolano y segundo, debes tener a Chávez y –aunque aquí nos saliera uno– lo que queda claro es que México no es Venezuela.

Desde que Dios les castigó en 1923 con el descubrimiento del petróleo, todo ha sido esperar sobre la base de que –por alguna razón– Dios decidió recompensar a esa parte del mundo más que a otra.

Ahora, la sociedad venezolana lucha físicamente por la supervivencia y resulta muy difícil dormir por las noches sobre las mayores reservas del petróleo en el mundo sin tener nada en la tripa.
Pero, una vez dicho eso, que está al alcance de cualquiera que piense, tenemos que ir de verdad al fondo de los asuntos, el Estado mexicano está colapsado.

Somos un país sin Estado. Usted no puede olvidar a los tres jóvenes, que pueden ser sus hijos, hermanos o novios y que un día, según dijo un indecente funcionario público, “estaban en el lugar y momento equivocado”. Por esa razón no solamente se los pudieron llevar, sino que las familias no tuvieron la opción de poderlos llorar, porque después de matarlos, los disolvieron en ácido y los echaron al caño.

Esa es nuestra realidad, eso es lo que quieren gobernar. Y la única pregunta que hay que hacerles –ahora que se acaba el casting y empieza el rodaje de la película– es ¿para qué quieren el poder?
¿Para echar a andar esta nación? ¿Es posible decirle a este Lázaro levántate y anda? ¿O para reconstruir sobre otras bases sociales un Estado que vaya gradualmente rebajando la estadística de un mexicano asesinado cada 18 minutos, a que sea cada 20, cada hora y finalmente desaparezca?

Vivir en la CDMX induce al error. Las luces funcionan, los impuestos se pagan, el predial se cobra. Más o menos las cosas parecen estar. En el 90% del país nada de eso pasa.

Las luces no las dan los semáforos, el predial se cobra a golpe de cuerno de chivo y es más fácil salir de tu casa para morir que para poder vivir.

Empieza la elección.

Por Antonio Navalón. Periodista, agradecido con la vida y fascinado por este momento. Instagram: antonio_navalon. Mis tuits personales llevan la firma #ANavalon.

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