Se educa con el ejemplo, con talento y corazón

A lo largo de los 49 años en el magisterio, don Raúl Muñoz Martínez siempre consideró esencial formar a sus alumnos en el tema de los valores dando ejemplo de vida, con cosas tan simples como la limpieza, la puntualidad, la solidaridad y la empatía.

Nacido en Peto, población en la que en la década de los años treinta solo era posible estudiar hasta el quinto año, decidió irse a San Diego Tekax, donde concluyó su primaria, secundaria y la normal, y fue en la vecina población de Catmís, donde obtuvo su primera plaza.

-Me gustó tanto el trato de la gente y que estaba a solo 20 kilómetros de mi casa que me quedé allí siete años dando clases de primaria. Era el año de 1953, cuando me dieron mi primera plaza– recordó el maestro en amena plática con Punto Medio.

De aquellos tiempos en los que las clases se impartían tanto en la mañana de siete a diez y luego por la tarde de tres a cinco, quedan gratos recuerdos en la mente del maestro, quien daba clases de primaria, y a la vez tomaba cursos por correspondencia con la mira puesta en brindar cátedra a nivel secundaria y preparatoria.

-Al inicio de las vacaciones había que viajar a México para presentar un examen de lo aprendido a distancia y después tomar cursos intensivos en julio y agosto. Eran siete semanas de estudiar de mañana y tarde– rememoró el entrevistado, quien aún tiene en la mente aquellos viajes por los Ferrocarriles Unidos de Yucatán, que entonces llegaban a Allende, Veracruz, desde donde había que cruzar en lancha a Coatzacoalcos para entonces abordar el camión y llegar a México.

-Después de dos días de viaje, no s alojábamos en un edificio muy alto de la Calle del Naranjo, que era La Casa del Maestro, y la Normal se encontraba en la Calle de Fresno. Todas las calles tenían nombres de árboles en Santa María la Ribera, y era muy bonito ir a pasear al Bosque de Chapultepec o a la Basílica, recordó el entrevistado, quien al llegar al cuarto año de su preparación ingresó su solicitud para ser asignado a alguna escuela secundaria y en su camino se abrieron tres opciones: La Barca, Jalisco; Cananea, Sonora o El Rosario, Sinaloa.

-Me decidí por El Rosario, porque una directora que conocía me decía que requería de un maestro de Civismo, que era mi especialidad, pero más me motivé a ir cuando mis amigos me dijeron que en Sinaloa estaban las mujeres más bellas de México– dijo emocionado el maestro Raúl, a quien no le falló su estrategia, ya que en esa población conoció a la que sería la compañera de toda su vida: Magdalena Pardo Murguía. “Nos casamos en julio de 1963, cuando apenas terminaba su primer curso escolar en Sinaloa”, dijo la señora, quien, después de casi 56 años se dice enamorada del maestro Raúl de quien siempre ha admirado su dedicación a sus alumnos y a su profesión y su comportamiento caballeroso.

Texto: Manuel Pool Moguel
Fotos: Amílcar Rodríguez

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