Segunda Plana

SI CON JUSTICIA se ha de escuchar la voz de las minorías para tenerlas muy en cuenta, con más razón ha de oírse a las mayorías y sus representantes para definir el rumbo de la Nación. Seguramente usted conoce una frase ya famosa atribuida al alemán Edmund Burke que advierte: “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. El Frente Nacional por la Familia seguramente no quiere que gane el mal, y por eso en días recientes su representación en Yucatán les pidió a los candidatos a la gubernatura y a la presidencia municipal de Mérida que participen en un foro en el que presenten sus propuestas relacionadas con el tema de la familia, que es muy amplio porque lo que afecta o beneficia a la célula básica de la sociedad daña o impulsa a toda ésta. Vida, familia, justicia y desarrollo son los cuatro ejes en los que el FNF desea que expliquen lo que harían de llegar al cargo. Creemos que la mayoría de los ciudadanos en Yucatán tienen en alto aprecio a la familia tradicional y frente a las urnas se decantarán por los candidatos que tengan como prioridad la defensa de esa estructura social elemental.

QUIENES SE RASGAN las vestiduras cuando ven o escuchan que algún líder de cualquier religión opina acerca de política tendrían que recordar que hace años que por ley se definieron los derechos y obligaciones de las asociaciones religiosas, que entre otras cosas tienen que pagar impuestos como cualquier mortal. Eso sí, tales dirigentes han de tener cuidado de no manifestar inclinaciones evidentes hacia alguna persona o institución partidista, con lo que puedan inducir el sentido del voto de sus seguidores. En este sentido, la más reciente homilía dominical del arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, incluyó al final (puede usted verlo en la página 26 de nuestra edición de ayer) una sobria “Oración para el proceso electoral 2018” en la que pide, entre otras cosas, la intervención divina para que los votantes elijan con sabiduría “a aquellos ciudadanos que puedan ejercer las funciones de gobierno con conocimiento, sensibilidad, competencia, honestidad y que sean constructores de la paz y la reconciliación”. Es correcto, ¿no?

Por Gínder Peraza

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