Si nuestras calles hablaran (parte 2)

Por Didier Ucán

A principios del siglo xx el destino de algunos pobladores coreanos fue el de abordar un pequeño barco que llegaría a las costas de Salina Cruz, Oaxaca para posteriormente llegar por tren a la ciudad de Mérida, en 1905, bajo la promesa de abundancia en las haciendas de henequén, mil catorce asiáticos fueron distribuidos por 22 haciendas a lo largo del estado.

En aquellos días de principios del Siglo XX un pequeño local, que vendía licores y cerveza era bastante concurrido entre los trabajadores de las haciendas quienes se reunían para disfrutar de un trago en compañía o para ahogar sus penas.  Entre los vasos espumosos; las pláticas cotidianas fueron interrumpidas por un trabajador coreano, que ya entrado en tragos empezó a gritar “¡Chemulpo! ¡Chemulpo!”, para después romper en llanto.

Los vitorees y silbidos aparecieron al por mayor, no era la primera vez que ese coreano gritaba esas palabras, que pese a ser inentendibles para muchos, fueron tomadas como un gesto al calor de las copas. El dueño del bar observaba curiosamente aquel chascarrillo que se convirtió en habitual en aquel lugar.

Cada vez que sucedía el dependiente de aquel establecimiento no podía evitar preguntarse a qué se referían esas palabras, la curiosidad fue haciéndose presente en su mente y le fue ganando la batalla al pasar del tiempo.

Un buen día, el dueño por fin tuvo el valor de preguntar a qué se referían aquellas palabras.

La pregunta removió la mente y la nostalgia no tardó en aparecer; Chemulpo, aquella palabra que no significaba nada para los meridanos, lo significaba todo para este asiático. Ahí en aquellas 8 letras se encontraba el recuerdo de una ciudad anhelada, asotada en aquel 1904 por la guerra ruso – japonesa, aquel lugar al que ese coreano nunca pudo regresar. Es por eso que lloraba cuando se acordaba con los tragos encima que nunca vería aquel puerto en Corea del que partió en busca de un lugar mejor.

Aquella historia emotiva, consiguió que el dueño cambiara el nombre a Bar Chemulpo. Y la esquina empezó a ser conocida por ese nombre. Hoy en día dos placas descansan como conmemoración a esta historia, en lo que ahora son las oficinas locales del Nacional Monte de piedad justo en la calle 72 con 57.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.