Sobre la cuarta

Por: María de la Lama

Sería poco interesante decir que Morena es el nuevo PRI. En primer lugar, porque el PRI no es una unidad homogénea y claramente definida. Hay muchos “PRIs”: el pos-revolucionario, el centralista y autoritario de los sesentas y setentas, el PRI neoliberal de Salinas, el PRI enclenque y corrupto de Peña Nieto. Cada uno es muy diferente. ¿Qué tanto aporta, entonces, señalar las similitudes entre López Obrador y Echeverría, o entre Morena y alguna instancia de ese PRI multifacético? Diría que poco. Si nadie pretendiera originalidad en el proyecto de nuestro nuevo presidente, entonces el que éste adoptara métodos viejos no sería necesariamente criticable: es válido sostener que en algún punto nos desviamos del camino correcto. Lo que es injusto es regresar a viejas estrategias y disfrazarlas de nuevas; venderlas como transformaciones inauditas. Esto es lo que acusa la homologación entre el PRI y Morena: la mentira de una “cuarta transformación”. La elección por mayoría, los programas sociales, la autoridad casi mística del jefe del ejecutivo, la política económica, la política exterior… Nada de esto es original. Si Echeverría no transformó México, ¿porqué cree López Obrador que él, con las mismas políticas (más un par tomadas de otros avatares del PRI), lo hará? Más que la ineficiencia de estas políticas, me enoja el plagio del que engaña a sus votantes presentándolas como propias e inauditas. Pero entiendo por qué desde un punto de vista estratégico este discurso tiene sentido: los mexicanos no tenemos memoria, pero sabemos que (para esquivar el cliché de citar a Einstein, cito a Residente) si queremos cambio verdadero, tenemos que caminar distinto.

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