Todos somos inmigrantes…

Por Miguel II Hernández Madero

Periodista, Escritor e Historiador, Docente universitario con Maestría en Dirección de Gobierno y Políticas Públicas; Premio estatal de Novela y dos veces Premio Nacional de Literatura (Cuento y Novela).

Más allá del concepto de “pureza de razas” (aunque parezca increíble, aún existen quienes lo sostienen), que desemboca en una actitud xenofóbica (o sea, todo lo malo proviene del exterior), es necesario puntualizar que todos somos inmigrantes o descendientes de inmigrantes.

El tema tomó un matiz muy particular en los últimos días por la irrupción de ocho mil centroamericanos al territorio nacional, de manera violenta y que están en caravana con intenciones de cruzar el país. Lo raro del asunto es que están muy bien organizados, tienen líderes y se dan el lujo de rechazar ofertas conciliadoras del gobierno mexicano actual, señalando que dialogarán con Andrés López Obrador cuando tome posesión el 1 de diciembre.

¿Cuál es la justificación de ese “ahora no, después sí”? A la vista no hay ninguna, pero algunos señalan sus intenciones de quedarse a trabajar en México y por lo general exigen protección y requieren alimentación durante su recorrido.

El fenómeno migratorio no es nuevo, pero centrémonos en el siglo XIX cuando la gente iba de un lugar a otro buscando mejores condiciones de vida, ya sea por razones políticas, económicas, sentimentales o religiosas, entre otras, pero en el siglo el siglo XX empezó un problema que en este siglo XXI se convirtió en criminales a los inmigrantes. La palabra de “ilegal”, se toma como equivalente a “criminal, delincuente”, por lo tanto se les considera sin derechos, sujetos de abusos, por que de todos modos, no tienen a quien acudir.

Y la pesadilla del migrante “ilegal” (el delito que lo lleva a la ilegalidad es penetrar a un país sin la visa correspondiente), no es solamente al ser aprehendido por las autoridades correspondientes. Su mismo viaje es un sendero lleno de espinas, huyendo de todo, soportando malos tratos para no ser descubiertos y si acaso busca trabajo para completar su viaje, este es mal pagado, en malas condiciones y sin ninguna garantía.

Eso ocurre desde este lado de la frontera, pero ¿y en Estados Unidos?, la pesadilla continúa, no termina al cruzar los límites de ambos países, pues nuevamente hay que mantenerse huyendo, sin poder reclamar un pago justo por el trabajo realizado y viviendo donde se pueda, siempre con riesgo de perderlo todo si son detenidos en alguna redada.

La pregunta a repetir es: ¿su situación de indocumentados les priva de todos derechos?, desde esta perspectiva no sería raro que en alguna redada se encuentre a personas trabajando en condiciones similares a la esclavitud, pero que lejos de recibir la protección de la justicia, simplemente sean deportados, ya que técnicamente no son ciudadanos ni residentes.

¿Eso los hace menos humanos? En un continente donde todos somos inmigrantes o descendientes de inmigrantes, esa es una pregunta para meditar.

Hasta la próxima…

 

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