Tomando al toro por los cuernos

Por Gerardo Novelo

A PETA -People For The Ethical Treatment of Animals- no le gusta que uses frases como “dos pájaros de un tiro”. El grupo animalista publicó en redes sociales un llamado a detener el lenguaje ligado a la explotación animal.

Nadie se toma en serio a PETA. Nadie. Ni los veganos pelamos las tonterías que dice. Pero más que hablar de la invitación en sí, creo más pertinente hablar de la pobre reacción mediática y social.

Por más que se le haya criticado por eso, el llamado de PETA no tiene nada que ver con imponer una forma de hablar en contra a la libertad de expresión. Tampoco es un llamado a evitar “ofender” veganos. Hablar en esos términos, y centrar la conversación orbitando esos focos, hace más daño que bien.

A pesar de lo que decenas de titulares con términos como “prohibir”, “banear” y “ya no más” te intentaron decir, PETA no atenta contra tu libertad de expresión. No tiene poder ni autoridad para prohibir. Tampoco tiene la intención: el llamado era invitación, no imposición. Ni la misma RAE tiene el poder de “prohibir” lenguaje “incorrecto”.

Los mismos titulares lo presentaron como un llamado a no ofender veganos, y no se trata de eso. Las razones son explícitas: dejar atrás los nexos verbales a una cultura de explotación animal. No tienes que estar de acuerdo -yo no lo estoy- pero sí tienes que entender el por qué.

En fin. No escribí para defender a los indefendibles de PETA, ni para aportar al diálogo respecto a una “noticia” que nunca debió haber sido. Escribo porque estos errores en el opinión pública son constantes en situaciones tangentemente similares pero de verdadero peso.

Temas más oportunos, como derechos de las mujeres, de la comunidad LGBT+ o de personas con discapacidad, se encuentran frente a una respuesta similar cuando cuestionan la discriminación enterrada en nuestro vocabulario. Verdaderas llamadas a reflexionar cómo la opresión se abre paso en nuestra cultura a través del lenguaje son deslegitimadas al encuadrarlas en un marco en el que no pertenecen: en el de la libertad de expresión y la ofensa.

Hablar de ofensas es querer desacreditar una preocupación racional como berrinche emocional. Hablar de libertad es ignorar el problema real. Nadie está pidiendo que te arresten por usar lenguaje que “ofende”. Solo te están señalando cómo el idioma aporta a una cultura de odio, e invitando a que tomes acciones personales para no participar en ella.

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