Tradición indígena en la música colonial yucateca

Por Ángel E. Gutiérrez

Yucatán posee un rico patrimonio musical, cuyos orígenes y desarrollo histórico han sido puntualmente estudiados por reconocidos investigadores, especialmente en lo que se refiere a los siglos XIX y XX. Sin embargo, la historiografía en torno a la música que se practicó en la región durante el periodo colonial es un campo de estudio que apenas comienza a ser explorado.

En años recientes, con la revisión y el estudio de los archivos eclesiásticos locales, se han ido develando algunos interesantes aspectos de la actividad musical que se llevó a cabo en centros religiosos como la Catedral de Mérida y otros templos de la diócesis.

Desafortunadamente en dichos archivos no se han conservado las partituras que permitirían conocer la calidad, los repertorios y los compositores de la música que se escuchó en los templos y conventos yucatecos.

Desde luego, la música de tradición occidental llegó a Yucatán con los conquistadores y misioneros españoles. Tal como ocurrió en otras partes de México, los frailes emplearon la música y el canto para realizar sus tareas de evangelización entre los indígenas, aprovechando la habilidad y buena disposición de estos para tales expresiones. De este modo, se fue configurando un proceso de inculturación y de sincretismo musical que Lourdes Turrent denominó la “conquista musical de México”.

El padre Diego López Cogolludo refiere que no había “pueblo en Yucatán por pequeño que sea, donde los oficios divinos no se solemnicen con canto de órgano y capilla formada, como la música la requiere; y en los conventos con bajoncillos, chirimías, bajones, trompetas y órgano”. Asimismo, señala que en los patios de los conventos los maestros cantores enseñaban a algunos muchachos indígenas a leer, escribir y cantar para desempeñarse, posteriormente, en las capillas musicales de sus pueblos.

Al parecer, la labor de los indígenas como músicos y cantores en sus respectivas poblaciones fue constante durante todo el periodo colonial. Testimonio de ello es, por ejemplo, la solicitud de asignación de salario que Gregorio Ek, “indio natural del pueblo de Tinum”, envió al provisor y vicario general de la diócesis haciendo una relación de sus servicios musicales, los cuales incluían veintitrés años como “cantor en la santa iglesia de mi pueblo, cinco años y seis meses de teniente de coro”, y cinco meses como suplente del maestro de capilla, en todo lo cual se había desempeñado con todo “amor y reverencia”. Bien puede considerarse que un último eslabón en esta añeja tradición musical lo constituyen los rezadores y rezadoras que continúan presentado sus voces para las celebraciones religiosas de sus comunidades.

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