Trump secuestrado

Por Ramón Alberto Garza
@ramonalberto

* Periodista y Analista Político en Código Magenta. Columnista en Reporte Índigo.

Mientras el mundo está distraído con la final del Mundial de Rusia 2018, los norteamericanos definiendo las consecuencias de que los rusos interfirieran en sus elecciones presidenciales y los mexicanos debatiendo entre el futuro con López Obrador y la final de la serie de Luis Miguel, Donald Trump crea la tormenta global perfecta.

 

Esa es la pesadilla que vivimos desde enero del 2017, fecha en que el hombre del pelo anaranjado asumió el liderazgo de la nación mas poderosa del orbe.

 

Una pesadilla que creció en las últimas semanas, alcanzando un nuevo clímax ayer, cuando Trump se reunió en Helsinki con su homólogo ruso Vladimir Putin.

 

La esencia de ese mal sueño, que no tendrá final feliz, es que Trump está confrontando estúpidamente a sus aliados políticos y económicos, al mismo tiempo que se acerca y coquetea abiertamente con sus enemigos.

 

Pero para entender la dimensión de la pesadilla, estamos obligados a hacer un recuento de los desencuentros que sacudieron en los últimos días las relaciones entre el gobierno de los Estados Unidos y sus llamados “aliados”.

 

La mayor fractura se dio en la reunión de la OTAN, en donde Trump confrontó a todos los presidentes ahí reunidos, en especial a la alemana Ángela Merkel, al francés Emannuel Macron y a la inglesa Theresa May.

 

Los reclamos sobre las aportaciones a la OTAN se sumaron a confrontaciones personales con esas tres personalidades, en temas tan delicados como la dependencia energética de Rusia, el Brexit y el desbalance en el intercambio comercial. Y no se diga por la exigencia de readmitir a Rusia dentro del G-7, expulsada cuando Putin se apropió de Crimea.

 

Tan tirantes fueron los resultados en el Viejo Continente, que en una entrevista con la cadena CBS, Trump ya calificó a la Unión Europea como “enemiga de los Estados Unidos”.

 

Para colmo, en esa misma entrevista, el emperador global del Twitter salió a defender a sus adversarios políticos y económicos tradicionales: Rusia y China.

 

El mandatario norteamericano dijo que Rusia es un enemigo en ciertos aspectos y que China es un enemigo económicamente. “Son enemigos. Pero eso no quiere decir que sean malos. No significa nada”, aclaró Trump.

 

Esas declaraciones se dan tres días después de que el fiscal especial Robert Muller imputó cargos a 12 oficiales de la agencia militar de inteligencia rusa, por robar y divulgar documentos que lesionaron la campaña presidencial de la demócrata Hillary Clinton.

 

Si a todo ese desencuentro se suman las confrontaciones con sus vecinos, México y Canadá, por el indefinido Tratado de Libre Comercio, veremos el tamaño del peligro que Trump significa ya para la estabilidad global.

 

Alejarse de sus aliados para acercarse a darle la mano a los enemigos históricos, apenas hallados culpables de interferir en las elecciones de su país, solo demuestra que el presidente de los Estados Unidos está secuestrado.

 

Sea porque de verdad los rusos le dieron el último empujón para instalarse en la Casa Blanca, porque le tienen sobre la mesa presuntos expedientes de los negocios financieros de su familia con corporaciones soviéticas o porque de verdad existen los supuestos videos de Trump practicando sus desviaciones sexuales con algunas rusas.
Aún en el remoto caso de que Trump de verdad crea que los rusos serán mejores amigos que los europeos, los mexicanos o los canadienses, el hecho es nos acercamos cada día más a un colapso geopolítico.

Y todo por no ponerle un alto, dentro y fuera de Estados Unidos, a quien ya se transformó en el confrontador universal.

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