Un vistazo al transporte público de antaño, toda una aventura

Los abuelos cuentan que hace muchos años el importe del pasaje se depositaba en una ánfora que sonaba de una manera peculiar al recibir los centavos; los camiones, en su momento, fueron de madera.

El establecimiento y cambio de paraderos ha sido una constante desde que se establecieron las primeras rutas que comunicaban con rumbos y colonias que hoy nos parecen muy cercanas al centro de la ciudad, como La Cruz de Gálvez, que solo llegaba a la calle 28, o la colonia Chuminópolis.

La ruta 60 sur en algún momento tuvo su paradero a las puertas de aquella papelería llamada ABC que estaba frente a la Plaza Grande, esto en la década de los años 50 o 60.

Hay que destacar que en uno de los locales contiguos estaban las oficinas de los Tranvias de Mérida, organización que fue el antecedente de lo que sería la actual Alianza de Camioneros que en 1930 comenzó a prestar su servicio con 15 unidades de la marca Willys y otras 10 de la marca Chevrolet, a las que en su momento se les conocía como guaguas y que llevaban una campana que hacía sonar para que la gente las abordara.

De aquellos años, los abuelos cuentan que el importe del pasaje se depositaba en una ánfora, que sonaba de una manera peculiar al recibir los centavos que se pagaba por el servicio en camiones que, en su momento, fueron de madera.

También los camiones de la Alianza tuvieron sus paraderos en los portales de granos, en dirección de norte a sur, justo en el tramo en el que hoy es utilizado exclusivamente por los peatones.

De aquellas imágenes tomadas en los primeros años de la década de los setentas se destaca la puerta posterior que tenían las unidades que estaba no a un costado como ahora, sino en la parte trasera, donde también se contaba con anuncios de publicidad, al igual que en el interior.

En el recuerdo están aquellos anuncios de las velas y veladoras El Faro, las de los refrescos Mission con su slogan de ¡Sí hay naranjas!!! y uno más de crema para pie de atleta en el que los protagonistas eran Román y Ramón.

De esto unos cincuenta años han transcurrido y gracias a la magia de las fotografías y videos que se han rescatado y que circulan a través de las redes sociales, se aprecia la manera en la que ha evolucionado el transporte público en nuestra ciudad, que paulatinamente se ha tenido que adaptar para cubrir nuevas colonias habilitando nuevos recorridos y también desapareciendo algunas otras como la “76 Norte”.

En su momento también tuvieron paraderos a un costado del mercado Lucas de Gálvez, por el área de joyerías, los camiones de la Ruta 59 K en el poniente, que también estuvieron en el costado poniente del parque Eulogio Rosado, que en su costado norte en la década de los setentas albergaba a los paraderos de la desaparecida ruta Quintero Pacabtún que pertenecía a la empresa Estación Central y Anexas, empresa a la que también pertenecía la Ruta “Pich Seguro Social” y cuyos autobuses se caracterizaban por tener colores azul y rosado.

Los camiones que viajaban a Kanasín se estacionan frente a un depósito de basura que se encontraba en el costado nor-oriente del mercado conocido como Chetumalito, donde era toda una aventura recorrer los dos pasillos centrales para pedirle a papá o mamá que nos comprara un carrito de aquellos de metal o un juguete de cuerda de aquellos que abundaban en esa época y que llegaban como fayuca.

En el recuerdo seguramente están aquellas escenas en donde los usuarios, arriesgándose a sufrir un accidente, viajaban colgados en la puerta delantera de los camiones, mientras que los choferes acostumbraban manejar con una parte del vidrio del parabrisas abierto, lo que según comentan muchos veteranos choferes les dejaba la cara entumecida, principalmente en aquellos viajes en horarios matutinos.

Texto: Manuel Pool

Foto: Cortesía

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