Una oportunidad

En los estertores de la campaña, algunos tercos insisten en inventarse campos de batalla y recorrer los caminos virtuales y reales a bayoneta calada. 

Otros, menos hostiles, aunque no por ello menos violentos, juran no olvidar esta derrota, y con lágrimas en los ojos, se siembran en el corazón rencores vivos para soportar seis años sin el candidato que ondeaban como estandarte.

Algunos de los triunfadores, faltaba más, se están tatuando una sonrisa en la cara, imaginando, muy ingenuos, futuros sin nubarrones o días oscuros. 

Queramos o no aceptarlo, nos equivocamos si somos alguno de los tres retratos anteriores. ¿Cuándo comenzamos a apropiarnos de relatos, discursos y colores partidistas para defenderlos sin reservas como propios y como si en ellos se nos fuera lo que somos en la vida? Es como si antes de ser católico o evangelista, ecologista o vegano, amante del béisbol o literato, uno pudiese anteponer priista, panista o morenista a las esencias antes dichas.  

Como parte de una cobertura periodística, mucho antes de las campañas y con motivo de la llegada del V Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, distintas personalidades religiosas me repitieron una idea que hoy es una inquietud: en muchas comunidades yucatecas, lo que se une desde la iglesia, se deshace con la palabra voto. 

Ciertamente, están en su derecho quienes se apasionan por ideologías, discursos o propuestas. El poder —¿cómo negarlo?— genera obsesiones, no obstante, también hay tiempos para cerrar ciclos, puertas, temporadas. Mauricio Sahuí Rivero, Joaquín Díaz Mena y Jorge Zavala Castro, de manera generosa, han demostrado eso. Reconocer una derrota es también una victoria personal. 

Por eso, no me gustan las burlas, la acidez, las negras bromas de quienes ni siquiera están sobre el templete, pero se sienten en las nubes, farolitos voladores, sembrando vientos mientras ignoran refranes.   

Ayer, domingo, Mauricio Vila Dosal recibió una constancia por parte del Iepac que lo declara el ganador de las pasadas elecciones por la gubernatura y fue todo lo contrario al párrafo anterior.  Vila dejó atrás al candidato y subió al estrado del triunfo llamando a la reconciliación, la austeridad y la apertura, un mensaje que, en principio, merece ser escuchado. Así, se presenta ante nosotros un hombre que sostiene que gobernará para servirnos como merecemos, no como panistas, priistas, morenistas o perredistas, sino como los yucatecos que somos y seremos. 

No habló de servilismos, dejó atrás el triunfo y llamó a la unión con Renán, con los municipios, con Andrés Manuel, con todos. 

Si alguien aún no lo hace, entienda que ya se acabaron las campañas: salga de la trinchera, olvide tempestades a futuro y plante una bandera blanca en el Facebook. 

Por supuesto, no vaya a borrar del diccionario la palabra distancia, crítica y exigencia. Que quede claro: no son superestrellas ni semidioses. Los diputados, López Obrador, Renán Barrera y todo aquel con un cargo público han competido por este alto poder para servirnos. Nosotros, usted y yo, somos sus jefes y son ellos quienes nos deben servir mandando y no sirviéndose del mandato, aunque las frases se parezcan. 

Mauricio Vila es también uno de ellos, uno de esa clase, de esa estirpe. Hoy, enterradas las trincheras, se merece una oportunidad. La nuestra. La de todo Yucatán. Que no la desperdicie.

 

Por Alejandro Fitzmaurice*

estefitz@hotmail.com

* Director editorial de Punto Medio.

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