VERBOS PARA EL LABERINTO

Hola Couoh

Por Alejandro Fitzmaurice

“Me apellido Couoh Martínez, maestro, pero dígame nomás Martínez. Quíteme el “Couoh” en su lista.” Éste es inventado, pero a lo largo del año, diálogos parecidos me llegaron al escritorio con los primeros pases de lista. La decisión, por supuesto, la respeto, pero no puedo dejar de sentir vergüenza mientras borro la palabra.

Sí, somos cosmopolitas, estudiamos la universidad y profesamos una religión que no tolera el rechazo, pero vivimos con la expresión “indio” en la punta de la lengua. Por eso, en parte, puesto que el fenómeno es complejo, tener un apellido maya suele convertirse en una tragedia. ¿Y cómo no? Somos la sociedad que luce gozosa ternos para carnaval y que el resto del año se dedica a linchar, culturalmente, todo lo que huela a Couoh, Chi o Ek.

Escribo esto a pocas semanas del aniversario de la fundación de Mérida, justo antes de que empiece el rollo de fundirse con Mérida, ser uno con sus esquinas y Montejo rules forever. Todo eso está muy bien, sin embargo, valdría la pena regalarle algo más a esta ciudad. Algo más que palabras.

En ese sentido, creo que empezar por reconocer el carácter mestizo de esta urbe de calores y cazar a ese demonio llamado discriminación, que deambula errante de la 61 para arriba, sería el mejor de los comienzos. Ya está: digámosle adiós a la Guerra de Castas. Olvidemos los henequenales muertos. Recordemos que las haciendas se volvieron hoteles impagables.

Si un cuadro de Nachi Cocom puede tener como fondo la música de jazz que viene de un café del centro, es más que posible vivir dejando respirar al otro. No estoy diciendo que corramos al Sur a abrazar a la banda. Nadie necesita nuestras mugres. El daño ya está hecho, aunque puede revertirse un poco si podemos ser serios para admirar las raíces autóctonas que todos tenemos y ocultamos.

¿Qué importan los apellidos si no tenemos el valor para dejar en paz lo que otros fueron y empezar a decidir lo que hoy somos? Por ello, más nos valiera, desde hoy, decidirnos mestizos.

Sólo así podemos darle a Mérida, a nuestra queridísima Mérida, el mejor de los regalos.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.