Y la culpa no era mía

Por: Carol Santana Franco

Esta semana, los espacios virtuales se llenaron de rabia, indignación y muchas adaptaciones de “Un violador en tu camino”, un himno creado por el colectivo chileno Las Tesis, como una forma de protesta presentado en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

El coro se volvió viral a nivel mundial: “Y la culpa no era mía, ni cómo estaba, ni cómo vestía… el violador eres tú”, palabras que fueron adaptadas y presentadas en países como Francia, Inglaterra, Berlín y por supuesto México.

En donde además de incluir a la policía, las mexicanas incluyeron a los curas, quienes siguen impunes y son casi intocables cuando hablamos de ser tanto perpetradores de abuso como de ser cómplices de quien comete estos actos.

Incluso aquí en Mérida, varias mujeres se reunieron a cantar y a bailar en la Plaza Grande con el fin de protestar contra la detención arbitraria que seis mujeres -entre ellas una menor de edad- sufrieron a manos de policías estatales.

Alrededor del mundo, diversas mujeres se unieron para adaptar el coro y contar sus propias historias de supervivencia, la edad que tenían, el lugar en donde ocurrió y la ropa que traían. Situaciones que tanto la sociedad como los elementos policiacos -y demás instituciones- utilizan para revictimizar a las víctimas.

Hace una semana, cuando envié mi columna no tenía ni idea de lo que ocurriría en la marcha, ni el repudio que la sociedad yucateca tendría contra un movimiento que solo busca la dignidad y la justicia para las mujeres.

Mujeres de todas las edades, las cuales sin importar su posición socioeconómica, edad o tipo de cuerpo pueden o en todo caso han experimentado algún tipo de violencia de género, ya sea física, psicológica, sexual, económica, patrimonial y hasta digital.

La violencia contra la mujer no solo tiene una cara, y es por eso que se nos hace más difícil entender algunas situaciones en donde la hemos normalizado: como al dar “un piropo” o al hacer “slut shaming” al criticar la cantidad de parejas sexuales que una mujer ha tenido o la ropa que lleva.

Al final, no solo es un factor el que contribuye a la muerte y a la tortura de mujeres a diario y en todo el mundo: son los medios, la sociedad, las instituciones religiosas, o el Estado.

Sin embargo, ya no hay pretexto para no seguir creyendo en la violencia, o para minimizarla. Hoy las mujeres que alzan la voz lo tienen claro: el problema son los agresores y aquellos que los encubren y ayudan.

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