Ya no hay más tesoros en cajas de cartón

Por Jhonny Eyder Euán

Una crisis ha llegado a mi casa para arrebatarme lo que me mantenía distraído y muy ajeno a la angustiante situación que se vive en el mundo. Me he quedado sin libros nuevos.

Me tomé casi toda la noche para terminar de leer un libro de cuentos negros. Cuando acabé sabía lo que seguía. Lo supe después de recibir ese libro de manos de un viejo amigo. Hace poco le presté Narraciones extraordinarias de Poe y creo que lo perdió. Por eso se comprometió a darme otro en lugar de ese tomo clásico de cuentos de terror. El “regalo” me dio un rato más de vida antes del sufrimiento del lector: quedarse sin lecturas nuevas.

Llegó ese atroz momento de revisar las cuentas exhaustivamente hasta aceptar con mucha amargura, que no hay dinero para comprar más libros, ni nuevos ni de segunda mano.

Es una crisis menor comparada con otras que aquejan a otras personas, pero es una crisis y hoy me tiene cabizbajo. Vivo apretado de números, “al día a día”, como dicen en la prensa, por lo que ya no me es posible comprar un libro nuevo.

Siento la mente sin gasolina, así han de sentirme otros, creo. Uno nunca quiere dejar de aprender de este y otros mundos. Leer es pura magia y nos ayuda, nos mantiene a flote ante cualquier realidad que sea difícil de asimilar. Es un potente distractor que nos aleja de los problemas, las desventuras y hasta de las tristezas causadas por el amor.

Sé que puedo releer cualquiera de los libros que como tesoros guardo en cajas de cartón, y a veces lo hago, pero eso es como regresar a los lugares comunes, por así decirlo. Lo que siempre quiero es conocer historias nuevas, oler las hojas de un libro nuevo, es un gusto que he podido darme desde hace algunos años. Sin embargo, el presente es abrumador y ya no tengo tantos recursos.

Estoy triste porque no sé hasta cuando podré volver a una librería. Los últimos meses iba y siempre optaba por los libros más económicos. Ahora, es preferible ni asomarse a las vitrinas porque hay gastos más importantes en la casa.

Desde que comenzó la pandemia el trabajo escasea, de milagro no me despidieron, aunque recibo menos dinero que antes. Es una injusticia, pero es lo que toca aquí, donde la mayoría de las personas tienen hijos que mantener y pocas veces les sobra el tiempo para abrir un libro.

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