Cuando mis nietas lean esto

 

El jueves de hace dos semanas María de la Lama publicó en este periódico un texto que, como todo lo que escribe, no tiene desperdicio (pueden leerlo en goo.gl/zeyiEg). En él narra su encuentro con un gran número de artículos escritos por su abuelo en el periódico Excelsior en los años sesentas, describe sus preocupaciones, los temas que aborda, la vigencia de estos y sugiere también la manera en la que el juicio del tiempo cae sobre lo que escribimos. La reflexión de María inevitablemente lleva a vernos de ambos lados de la escena, como el nieto que lee, pero también como el abuelo que es leído.
Pienso en mis nietos, en mis nietas, que quizás algún día dentro de muchos años busquen en una caja llena de recortes de este periódico lo que yo encontraría sólo en palabras escritas por mi abuelo: una forma única de ver y entender al México de sus años, a través de los ojos del árbol del que nos sabemos ramas.
Con suerte, leerán estas mismas líneas y con mucha más, no les parecerán blandas o simplonas. Entenderán que el abuelo que conocieron no es el mismo que escribe esto, a él, que tiene 22 años, aún le falta mucho por vivir y aprender, muchísimo. Quizás no es la misma persona, no tiene idea de lo que ustedes ya saben de él, lo que fue de su vida. Incluso, tal vez ni ha conocido a su abuela, o tal vez sí. Si mis nietas llegan a leer esto, se reirán, porque sabrán la respuesta.
Espero que por encima de todo, se asombren. Que las sorprenda la desigualdad de principios de los dosmiles y que el salario mínimo fuese menor al precio de la canasta básica, que no puedan creer que muchos actos de corrupción se mantuvieran en la impunidad y que se horroricen por índices de violencia inauditos, sólo comparables con la Revolución. Pero espero, sobretodo, que estos artículos las encuentren en un país distinto, más justo y en paz; un país en el que la desigualdad, la impunidad y la violencia sean causa de sorpresa. Y si no es así, que identificar los mismos problemas en su sociedad y en la de su abuelo las haga actuar.
Pero espero también que puedan entender los matices de esta realidad y de la suya, que nunca generalicen. Que sepan que no todo México es violento, sino algunos estados, que la clase media, si bien vulnerable, ya es mayoría, que entiendan que vivíamos en un país democrático y de libertades, y que si bien no somos el México que sus tatarabuelos soñaron, tampoco somos el que vivieron. Que tengan la absoluta certeza que en los dosmiles se vivió en un mucho mejor país que en los sesentas. Y que se cuestionen el estado del país que les tocará vivir.
Sé que se sorprenderán por los debates absurdos en los que nos metíamos, les dará risa y hasta ternura saber que el código de familia de Yucatán decía que el matrimonio era entre únicamente “un hombre y una mujer” y que había que tomarse el trabajo de combatir los argumentos absurdos de los pocos que aún se negaban a aceptar que todos somos iguales.
Quizás se sentirían molestas al ver que su abuelo luego de seis meses en este periódico nunca habló del cambio climático y que su generación fue la última en poder frenarlo y tal vez no hizo suficiente. Tendrían razón.
Si tengo la suerte de que algún día llegues a leer este artículo espero que te encuentres en un mundo más justo y libre, pero que te sientas en constante inconformidad con la realidad y que tengas la certeza de que tal vez no puedas cambiarla, pero sí incidir en ella.
Si encuentras esto, asegúrate de vivir y actuar para que cuando en muchos años tus nietos te juzguen, se sientan orgullosos de ti. Yo hago todo lo posible para que algún día, incluso sin que lo sepa, tú lo estés de mí.

 

Por Eduardo Ancona Bolio*
eduardoanconab@hotmail.com

* Estudiante de Derecho y aspirante a diplomático con Ítaca en la mente.

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