Adiós a una mujer excepcional

Por Gínder Peraza Kumán

“Una bolita-con su colita, una bolita-con su colita”, repetíamos cada vez que dibujábamos cuidadosamente la letra a minúscula, bajo las atentas y amorosas instrucciones de Manuelita, la primera maestra que tuvimos muchos nativos de Dzilam González que actualmente rebasamos el medio siglo de vida.

Manuela Martín Hau acaba de entregar su alma al Creador rebasadas las nueve décadas de una vida fructífera, marcada profundamente por el servicio.

Manuelita, como todos la llamábamos, fue oficial del Registro Civil de esa cabecera municipal durante nada menos que 34 años, y sólo por eso merecería más homenajes como el que le rindió a fines de su trienio el entonces alcalde Roberto Segura Martín, quien en una decisión que le honra decidió ponerle el nombre de tan distinguida dama al Auditorio Municipal dzilameño.

Pero no sólo fue oficial del Registro Civil durante tantos años, sino que también fue un par de décadas la catequista que enseñó la doctrina de la Iglesia Católica a decenas de niños en una época, los años sesentas, setentas y quizás ochentas, en que nadie se avergonzaba de vivir y sostener los valores éticos y morales que hoy día, lamentablemenete, se están perdiendo cada vez más.

Maestra de muchos hombres y mujeres que llegaron a ser profesionales, además de su triple vocación magisterial, de catequista y de servidora pública, Manuelita se distinguió quizá más por su amabilidad, por su don de gentes y por su bondad, que prodigaba sin aspavientos y siempre con una sonrisa. Como muchos, quien esto escribe recibió muestras de cariño de tan esforzada dama. Para ella siempre fui el niño pequeño al que enseñó a leer y en quien despertó el gusto por el estudio y la lectura.

Pero no sólo eso. Por alguna razón que no conozco, Manuelita les tenía un gran cariño a mis padres, a quienes les enviaba flores en el aniversario de su matrimonio, un detalle excepcional en Dzilam y en cualquier lado.

En 1979 ella, que en 1956 ofició la ceremonia en la que mis padres se casaron por lo civil, tuvo la amabilidad de acudir a la casa de mis futuros suegros para casarnos también a mí y a la Chata. Para ella nunca dejé de ser “Gindercito” o Gínder Jesús, esto último porque así me asentó en sus libros del Registro Civil, pero perdí el segundo nombre cuando egresé de la primaria y mi certificado vino con sólo Gínder. Una anotación al margen que hizo en el libro correspondiente me salvó de perder el año escolar.

Si la fe mueve montañas, Manuelita sentó en muchos niños de nuestra época las bases para que pudiéramos mover por lo menos cerros como el de Dzilam, pues además de guiarnos para aprender a leer y escribir nos enseñó a rezar. Cada clase era precedida por el rezo de un padrenuestro y una avemaría dirigidos al cuadro del Sagrado Corazón de Jesús que presidía el improvisado salón en su casa.

Manuelita se ha ido y puedo asegurar que nunca más habrá en Dzilam González otra mujer como ella, tan llena de amor, gentil y de tan buen carácter. Si podía y tenía algo para regalar, con gusto lo obsequiaba. A muchos nos regaló su corazón, y por eso siempre la tendremos presente en nuestra memoria.

“Una bolita-con su colita, una bolita-con su colita”… Ya debe haber formado en el Cielo su grupo de angelitos para enseñarles a leer y escribir.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.