Ansiedad económica y odio

* Estudiante de Comunicación. Pasa mucho tiempo pensando en cocos y golondrinas.

Si han seguido el clima político estadounidense los últimos tantos años, seguro se han percatado de la excusa de la ansiedad económica. Es, a fin de cuentas, la coartada con la que la banda trumpista disfraza su odio.

Primero hay que remontarnos en los bloques fundamentales del mito estadounidense: la exaltación del individualismo en camino al sueño americano. Nace la idea de América como una tierra mítica, un paraíso de oportunidades, un país donde cualquiera puede llegar, trabajar duro y triunfar.

¿Y si alguien, a pesar de lo prometido por el sueño americano, no triunfa? ¡Pues seguro es porque no trabaja! Imposible admitir que las oportunidades no son tantas como se cantan. No. Cualquiera puede, y si no puede, es porque no quiere.

Pero eso solo aplica al otro, al que puedes asumir que no trabaja. De uno mismo no se puede decir eso, porque nadie quiere saber que su esfuerzo no fue el suficiente. Cuando el americano habla de sí mismo, siempre ha trabajado y se merece el triunfo.

Entonces, ¿si alguien, a pesar de lo prometido por el sueño americano, no triunfa? Cuando el alguien es el locutor mismo, y no un otro, entonces es porque su triunfo ha sido robado.
¿Y quién le ha robado al americano blanco, ese que se esfuerza pero no triunfa, ese que sufre la susodicha ansiedad económica? ¿Será su político, que vende sus derechos a corporaciones? ¿Será su patrón, que lo explota y lo despide?

No, ninguno de esos dos. Esos son buenos hombres. Han llegado lejos en la vida. Si tienen poder y riqueza, ¿por qué la tendrían si no por ser trabajadores y honestos? Por lo menos eso dice el imaginario del sueño americano.

La culpa ha de ser del migrante moreno. Ese es quien le roba su merecido triunfo. Así, la ansiedad económica toma forma del racismo.
Este racismo no nace de la nada. Se tiene que anclar en un prejuicio ya existente. Un odio que no tiene más explicación que color de piel se legitima con algo más razonable.

El odio al que tiene color de piel diferente no vino de la ansiedad económica, pero la usa como vehículo para tomar forma concreta, y -aquí lo más importante– sigue adelante. Se emancipa, y continúa por sí mismo, más fuerte que nunca.

Así, “me dan mala vibra estos latinos” se vuelve “los mexicanos roban nuestro trabajo”, y se vuelve “los mexicanos son violadores y ladrones, hay que sacarlos del país”.
Todo esto, claro, para mantener los ojos cerrados y no admitir que su sueño americano está equivocado, que hay factores que influencian el triunfo más que el esfuerzo de uno mismo, y que estos factores están adheridos al corporativismo que defienden mas no les beneficia.

Comparar al copete rubio con el bigote de cepillo ya es cansado, pero, sí, Hitler también usó esta misma táctica. Tomó un odio previo, un antisemitismo latente en Europa, y lo canalizó a través de la ansiedad económica que se postró sobre la Alemania entre guerras.

Y así regresamos a Trump, con sus campos de concentración de niños migrantes (no hay por qué llamarlos de otra forma, que eso son, y no hay que olvidarlos, que el problema sigue vigente a pesar de la orden ejecutiva que los “detuvo”). A los mecanismos para quitar ciudadanía a extranjeros, que acaban de ser propuestos. A la base de datos de musulmanes, que el cheeto propuso para evitar terrorismo. También, a la preocupante relevancia política de ideologías similares en Europa. Y todo bien disfrazado de ansiedad económica.

Por Gerardo Novelo*
gerardonovelog@gmail.com

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.