Antiguos y nuevos santos de Mérida

Por Ángel E. Gutiérrez Romero

En torno a sus templos, Mérida fue creciendo y configurando su aspecto de ciudad novohispana. Tomando como punto de referencia la plaza mayor, dominada por las altas torres de la Catedral de San Ildefonso, axis mundi de la pequeña urbe, por los cuatro rumbos se fueron erigiendo desde modestas ermitas hasta amplios templos parroquiales y conventuales, cuyos santos patronos dieron nombre a los respectivos barrios y plazuelas que, a pesar de contar con una denominación oficial de carácter civil, reflejo de un largo proceso de secularización de la sociedad, siguen denominándose con su antiguo nombre del santoral.

Santiago Extramuros, la ermita de San Juan Bautista, San Cristóbal, San Sebastián, el convento del Tránsito de Nuestra Señora de La Mejorada, Santa Ana, Santa Lucía y la ermita de Santa Isabel fueron, hasta principios del siglo XX, las referencias para todo meridano o visitante que quisiera ubicarse en la ciudad. Muchos de los nombres de la toponimia urbana se incorporaron al repertorio de la literatura, la música y las leyendas populares. “Mestiza, joya castiza del barrio de San Sebastián, un madrigal se idealiza cuando asoma tu sonrisa bajo el Arco de San Juan…”, dice una hermosa canción yucateca.

Con la bonanza henequenera, la devoción de algunas acaudaladas familias propició la construcción de nuevas iglesias que dieron nombre a los nuevos rumbos de una ciudad que, por primera vez en mucho tiempo, extendía sus límites. Así, San José de la Montaña fue erigida en la 60 sur por iniciativa de don José Domínguez y la suntuosa iglesia de Nuestra Señora de Lourdes fue patrocinada por la familia Peón. En el oriente, la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la quinta El Olvido y la de las Madres Josefinas levantaron sus agujas recreando viejas arquitecturas medievales. Por el mismo rumbo, en Chuminópolis, la iglesia de San Rafael se edificó empleando novedosas técnicas constructivas y, según algunas opiniones indiscretas, en pago de una promesa que a aquel santo arcángel realizó un rico y conocido caballero al salir bien librado de un tremendo “lío de faldas”.

Nuevos fraccionamientos, desarrollos residenciales y demás, configuran el rostro de la Mérida moderna y postmoderna con paisajes, antes inauditos, que incluyen lagos, pistas de hielo y, por supuesto, plazas comerciales por doquier. En muchos casos, estas son las nuevas coordenadas que nos orientan por la ciudad. Sin embargo, persiste la vieja costumbre de nombrar parques, avenidas y rumbos con referencias sacras. Así, nuevos santos se van incorporando al repertorio de la nomenclatura meridana y ya se habla del “Parque del Papa”, en el fraccionamiento Juan Pablo II; de la Avenida San Marcelino Champagnat, al norte de la ciudad; o del “Parque de La Virgen”, nombre con el que los vecinos de Polígono 108 llaman al oficialmente denominado Parque Luis Torres Mesías.

 

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