Por Juan Esteban Méndez
Stanley Martin Lieber, este nombre fue el que se le dio al momento de nacer, años después fuiste conocido e inmortalizado como Stan Lee, el alma de Marvel Comics. Gracias a usted existen los personajes de Spider-Man, Hulk, Iron Man, Los 4 Fantásticos, Thor, Los Vengadores, Daredevil, Doctor Strange, X-Men entre interminables otros personajes que marcaron la infancia y hasta la vida adulta de millones de amantes de las historietas, tristemente has fallecido días atrás, el 12 de noviembre, y tal vez de manera injusta la gran mayoría de tus jóvenes seguidores de esta nueva era de películas de Marvel Studios (iniciada 10 años atrás) solamente seas el “viejito de los cameos” pero los conocedores no dejamos morir tu gran legado. Las nuevas generaciones no deben recordarte por tus cameos, deben recordarte principalmente por tu afán de emprendimiento, tu pasión por contar historias nuevas y novedosas, tu carisma y la manera en la cual supiste vender un ideal y una forma de vida que en su momento sólo se reservaba a los “nerds”, deben recordarte que no solamente son las buenas ideas, si no lo que haces con ellas y que un poder conlleva una gran responsabilidad.
Teniendo el atrevimiento de hablar en nombre de todos los seguidores de DC Comics, sentimos mucho el tener ese rencor escondido hacia las películas de Marvel cómics, sabemos que la vida tiene sus altas y sus bajas, y que hoy por hoy, DC cómics está en la misma posición en donde estaba Marvel a finales de los ochentas, donde sus producciones eran vergonzosas para sus propios fans, a pesar de ese odio escondido, reconocemos que sus personajes han brillado de manera en la gran pantalla y nos sentimos muy felices de ver que sus creaciones cobraron vida de la manera justa.
Ahora que se has ido, entre toda la comunidad amante de los cómics debemos unirnos para celebrar su vida y su afán por entretener y transformar al mundo y saber que a pesar de encontrarte entre las leyendas, que cada vez que alguien lea un cómic creado por usted pueda saber que siempre estará allí presente, entre la tinta y el dibujo. ¡Excélsior!
