Cómo lucrar con la tragedia

Por Didier Ucán 

La crónica negra siempre ha dado para hacer cientos de documentales que toman un caso sin resolver o muy polémico con el fin de encontrar alguna nueva lectura o sólo exponer el caso ante los medios tradicionales. Quizá los más conocidos sean los documentales que abundan acerca de asesinos en serie como Ted Bundy o de maniacos como Charles Manson.

Los documentales de la plataforma de Netflix han puesto en relieve diversas historias siniestras como en The Keepers, donde hablan sobre las agresiones sexuales por parte de un padre en un colegio católico o The witness, que habla sobre el asesinato de una chica a la que varios testigos vieron morir, pero no hicieron nada, abundan en la plataforma.

Sin embargo, el día de hoy hablaré de un caso ocurrido en 1992 en Alcácer, España. Cuando tres jovencitas; Miriam, Toñi y Desiré, de entre 14 y 15 años desaparecieron tras ir a una discoteca en una ciudad vecina.

Tres meses después dos apicultores encontraron los cuerpos, al examinarlos se encontraron indicios de haber sido torturados y abusados sexualmente.

El caso explotó en los medios, una historia truculenta rodeada de una naturaleza siniestra era, desgraciadamente, el molde perfecto para el espectador. Fue entonces que una lucha por los ratings comenzó. Las televisoras se trasladaron al pequeño poblado con 8 000 mil habitantes y las cámaras y los habitantes fueron mostrados hasta la saciedad, las preguntas insidiosas, la poca ética de los medios y el lucro con el sufrimiento se hicieron presentes en el caso.

El Caso Alcàsser, muestra una serie de eventos desafortunados, desde la desaparición de las chicas, el tratamiento policiaco y el tratamiento de los medios. Existe un antes y un después: una cosa es el caso de las niñas desaparecidas y luego encontradas muertas. Otro muy distinto y mucho más siniestro es el caso que durante años estuvo inundando la programación de Tv en España. Empezando con los pormenores ocurridos y apelando al sufrimiento y al desconcierto para vender ratings en el principio del caso y mutando con el padre de una de las chicas desaparecidas, viendo en este caso su propia mina de oro personal. Lucrando con la misma desgracia de su familia, aprovechando los reflectores. Aún cuando se condenó y procesó a alguien por esos crímenes, el propio padre siguió con su lucha de “encontrar” a los verdaderos culpables inventándose una historia de conspiración que involucraba a gente importante de España y un grupo de pedófilos.

Un argumento que ha sostenido por años, pero del que nunca ha presentado pruebas concretas y fehacientes.

El documental muestra la miseria del ser humano, no sólo de los asesinos, también de la gente involucrada en lucrar con la tragedia; en los pseudoperiodistas (porque no puedo llamarlos de otro modo) que se prestaron para una bajeza como exhibir el dolor y aprovecharse de la situación. Como de uno de los familiares buscando perpetuar su mina de oro.

Además, deja en relieve un tema latente en todo el mundo, la responsabilidad de los medios a la hora de emitir juicios, el manejo del caso implantó cierta semilla en sus pobladores en los que se alertaba a la mujer a no “hacer cosas malas” o “que no le correspondían”. Que esas eran las consecuencias de no “asumir su papel de mujer”. Un tema que, aunque no profundiza mucho si deja ver el machismo en el que ha estado cimentada la sociedad durante mucho tiempo.

Una historia que estoy seguro no le hace justicia a Mriam, Toñi y Desiré; un documental que quizá no están crudo como suenan mis palabras, pero que si es un producto obligado para quienes nos dedicamos al periodismo o a los medios de comunicación.

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