Conquista y evangelización

Por María de la Lama

Pensar en el proceso de evangelización en México durante la colonia es peligroso en el clima académico y político actual. El aspecto más presente en el pensamiento actual de todos los que nos referimos a la Colonia es la deshumanización de los indígenas, la necesidad de los colonizadores de pensarlos como inferiores en términos religiosos para justificar los abusos, útiles para su ambición económica. Esta idea ve la evangelización como solo un pretexto para ver a los indígenas, paganos, adoradores de religiones inaceptables, como inhumanos e indignos de respeto, justificando su condición de esclavos para producción.

Sin embargo, esta historia es incompleta. En un ámbito coloquial los colonizadores enunciaban y aprovechaban estas ideas, pero la posición oficial de la Corona se refería a evangelización de una forma muy diferente. La Corona buscaba que, por medio de la evangelización, los indios que poblaban la Nueva España se sintieran parte del imperio, se consideraran sus súbditos. Eso implicaba que se sintieran protegidos y respetados por sus autoridades, así que, mientras los encomenderos repartían abusos, los frailes, con órdenes de la corona, defendían a los indígenas y proclamaban su condición de humanos, hijos de Dios, dignos de respeto. Así la Corona publicitaba su bondad, su condición de protectora, y se ganaba la obediencia de gran parte de la población de la nueva adhesión al imperio.

Otro mito es el de que la evangelización fue solo un engaño de los conquistadores, una agresión maquiavélica que ni ellos se creían. El autor nos recuerda que los españoles llegaron a un mundo radicalmente distinto, tratando de hacer sentido de los nuevos seres humanos, tan diferentes, que se les aparecían. Tratando de acomodarlos en su paradigma, acudieron a la tradición religiosa occidental que conocían para explicar la procedencia de los indios y su posición en el mundo. Llegaron a hipótesis como que los locales eran parte de las tribus expulsadas de Israel, que eran también producto de la Creación, o que eran racionalmente seres humanos, y por lo tanto capaces de abrazar las creencias que ellos veían como esencialmente humanas: las cristianas o en general occidentales. Bartolomé de las Casas, por ejemplo, se apoya en la autoridad de Aristóteles para establecer la racionalidad de los indios.

A pesar de estos matices históricos, el rechazo natural, psicológico, a lo diferente es el elemento más constante en el proceso de evangelización a la Colonia. Hasta los que los defendían, lo hacían con el argumento de que los indios podían ser educados, corregidos, formados como españoles, acomodados a su idea particular de lo normal, y no aceptando lo diferente. Esto lleva al último e inevitable elemento de la evangelización en la Nueva España: el sincretismo religioso. A pesar de los esfuerzos de los colonizadores por imponer su ideología y su cosmovisión, las representaciones del panteón mesoamericano siguieron vivas. Los indígenas no abandonaron su fe politeísta ni su visión del mundo, sino solo la acomodaron a las exigencias del nuevo orden. El resultado es la religión que hoy se vive en nuestro país: un catolicismo con santos que recuerdan a dioses mesoamericanos, aplicado desde ritos prehispánicos, trenzado con lengua indígena.

 

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