Controversia manufacturada

Por Gerardo Novelo

Hay una tendencia mediática, en los confines del sensacionalismo, de crear polémicas de la nada para luego burlarlas. Al centro de la táctica está una palabra ya drenada de significado: ofender. “En estos días todo ofende”, dicen sin entender por qué: ofende, pero porque está diseñado para ofender a los que se ofenden de que otros se ofendan.

Basta con tomar una publicación de internet y torcerla hasta que quepa en un marco de ofensa. Cualquier postura, opinión, observación o planteamiento se puede invertir y contorsionar hasta dar con un encabezada que grite: “¡alguien se está ofendiendo!”.

Habrá que revisar mucho el quién y el por qué. Muchas veces, los “ofendidos” son grupos insignificantes y la “ofensa” es más bien una observación, crítica o hasta una broma.

Así, una serie de chistes sin mucha trascendencia sobre Santa Claus y su estatus como hombre; una versión feminizada del principito; o hasta un manual de estilo académico se distorsiona y convierte en encabezados engañosos, ridiculizando ofendidos que no existen (y alimentando la indignación de otros que sí).

Hasta atrás este sensacionalismo esconde las intenciones de alimentar un aparato ideológico. Sirve para maliciosamente minimizar y ridiculizar los problemas y discursos de cuál sea el sector de la población que revisten como “ofendidos”.

Una docena de mujeres quejándose en Twitter de que el nuevo iPhone es demasiado grande se reviste fácilmente como “a las feminazis les ofende el tamaño del iPhone”. El mecanismo funciona cuando alguien, apático y desinformado, exclama “ya hasta el iPhone es machista”. Lectores, les aseguro: ninguna feminista está marchando por la calle por cuántas pulgadas miden los teléfonos inteligentes.

Para ver lo politizado de estos mecanismos, no hay más ejemplo que la prohibición de popotes en los restaurantes californianos. La ley es de índole ecologista y busca reducir el deshecho innecesario de plástico. Pero para la derecha estadounidense, en su mundo hipersensible, aparentemente es porque a los millennials les ofenden los popotes. No se necesita mucho cráneo para darse cuenta de que por ahí no va.

Así que no, no es que “a todos les ofende todo”. Es que preocupaciones legítimas están siendo deliberadamente malinterpretadas y artificialmente equiparadas a berrinches hiperbólicos. Sensacionalistas alimentan a la indignación de reaccionarios y manufacturan controversias para, irónicamente, ofender.

 

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