Covid-19 acelera la muerte comercial

Establecimientos ubicados en los barrios de Santiago, Santa Ana y Santa Lucía comienzan a cerrar sus puertas ante la escasa afluencia de gente que, por temor a contagiarse con el COVID-19, no sale de sus casas

Con un mínimo de ventas que no alcanza para sufragar los gastos y el pago de su personal, varios comercios ubicados en los barrios de Santiago, Santa Ana y Santa Lucía han comenzado a cerrar sus puertas, debido a la poca afluencia de gente que se registra en estos momentos y que no sale de casa por temor a contagiarse de coronavirus o por que no tiene los ingresos suficientes para hacer un gasto extra y comprar algo que de momento no sea necesario.

El equipo de Peninsular Punto Medio recorrió el barrio de Santiago, sitio famoso por el programa municipal de “Remembranzas Musicales” que todos los martes por la noche llenaba la explanada principal ubicada a un costado del mercado, lo que representaba un magnífico ingreso para los puestos de panuchos y caldos de pavo que laboraban en el lugar, y que hoy, con las restricciones a la movilidad, se las están viendo negras.

“Les está afectando bastante el hecho de que tienen que cerrar a las 9 de la noche para que sus empleados logren alcanzar el transporte que los lleve a casa, y esto representa una hora menos de trabajo y una hora de tener menos posibilidad de vender aunque sea un poquito más”, comentó el señor Pedro Medina, quien destacó que en estos momentos la venta ha estado muy baja.

De manera habitual, los pasillos del mercado de Santiago recibían diariamente a decenas de turistas nacionales y extranjeros e inclusive a residentes que ya están viviendo de manera permanente en la zona.

“Hoy vi que pasó un grupo de turistas nacionales, que en parejas que se acercaron para preguntar qué es lo que vendíamos, pero al ver que no teníamos mesas disponibles por disposición gubernamental y en prevención a contagios, pues solo preguntaron y se fueron. Algunos llegan y compran unos taquitos y se van a comerlos al parque, pero es mínimo lo que estamos teniendo en ventas”, dijo el entrevistado.

De la misma manera varios comercios ubicados en los alrededores del mercado del parque también se han visto obligados a cerrar sus puertas.

“Platiqué con la dueña del bar La Vizcaína, que se encuentra aquí enfrente, y comentó que ya es imposible continuar manteniendo abierto su local por lo que va a proceder a cerrarlo. También hay otro local similar que está en las mismas circunstancias, mientras que muchos compañeros que tienen sus puestos de comida en el mercado están abriendo solo los sábados y domingos, porque no les convenía económicamente abrir en la semana, y ahora solo pueden vender para llevar”, contó el propietario de la Lupita.

“La situación está terrible, pero no debemos de culpar al gobierno de lo que está pasando, ya que, desgraciadamente, hay mucha gente que no se cuida, que sale a la calle sin portar el cubrebocas y que se empeña en creer que el coronavirus no existe, entonces nosotros como sociedad también tenemos una responsabilidad que no estamos tomando”, resaltó.

Otro de los aspectos que influye es que debido a que se cerraron varios negocios y otros están inactivos, fueron despedidos los empleados que acudían a comer a Santiago o en su caso están con ingresos muy reducidos, por lo que no tienen más opción que recortar sus gastos; mientras que los huéspedes que acudían al mercado para probar la cochinita pibil y otros guisos típicos de Yucatán, ahora brillan por su ausencia.

“De unos 20 locales que hay de comida, ahorita están abiertos menos de la mitad”, destacó don Pedro, quien a pesar de todo este panorama afirmó que el barrio de Santiago no morirá comercialmente hablando.

En el mercado se apreciaba bastante movimiento, porque aunque hay personal del Ayuntamiento encargado de aplicar las medidas de prevención, es mucho más fácil acceder a este que al “Lucas de Gálvez” y al “San Benito”, además de que está limpio y se venden frutas de muy buena calidad, que aunque un poco más caras, la gente con gusto las paga.

“No hay que olvidar que en esta parte de la ciudad habita una comunidad extranjera que tomando las debidas precauciones sigue saliendo para hacer sus compras y aprovecha para llevarse su caldo de pavo o algún otro guiso”, mencionó Don Pedro, quien finalizó diciendo que uno de los primeros restaurantes que cerró definitivamente fue uno de carnitas que tuvo la mala fortuna de iniciar actividades unos días antes de que comenzara la pandemia. Se enfrentó a bajas ventas, nunca pudo levantar, y se retiró.

DE SANTA LUCÍA A SANTA ANA

Historias similares se viven en otro punto muy representativo de la capital yucateca, pues en el corredor que va de Santa Lucía a Santa Ana, considerado uno de los preferidos de los visitantes, las cosas lucen muy diferentes a como estamos acostumbrados a verlas.

Justo a la mitad del recorrido platicamos con Germán Castañeda, propietario del “Café Riqueza”, quien lamentó que por la falta de compromiso de buena parte de la ciudadanía, se haya tenido que llegar a tomar la decisión de implementar más restricciones a la movilidad.

“Apenas nos estábamos recuperando un poco después de que se levantó la cuarentena, sobre todo los sábados y domingos, y ahora otra vez tenemos que trabajar solo con el servicio para llevar; las ventas están tan bajas que decidí recortar el horario de trabajo, ya no tendremos el segundo turno, y vamos a cerrar a las dos, no tiene caso estar aquí arriesgándonos a que inclusive nos contagiemos”, manifestó el conocido tostador y barista, quien platicó también de la negativa de muchos de sus clientes a portar el cubrebocas.

“Mucha gente viene aquí sin el cubrebocas, se les pide que se lo coloquen y lo primero que te dicen es que no existe el COVID, pero si pasa y entra un inspector de casualidad al que van a afectar es a mí, porque me clausuran. Ahorita tenemos que trabajar a puerta cerrada, y la policía está al pendiente de que nadie ingrese y esa sensación de que exista el riesgo de que te llamen la atención ahuyenta al cliente y ya no viene”, resaltó.

“Las tardes están tétricas, a partir de las dos de la tarde a las seis, desde el lunes y hasta el viernes tuvimos solamente dos ventas y hasta una sola venta. Me paro en la puerta y no veo a nadie”, subrayó el entrevistado.

Por su parte en el mercado de Santa Ana, la familia Gil, de gran tradición en el lugar, ya no elabora la misma cantidad de cochinita que antes, de 20 kilos, ahora si acaso traen la mitad, ya que si no logran venderla antes de las diez se quedan con el producto.

También se extraña la presencia de un grupo de empresarios de origen libanés que a diario, antes de ir a abrir sus negocios en el centro, acostumbraba desayunar en el mercado y ahora por la contingencia evitan hacerlo.

En cuanto a Santa Lucía hay un listado de restaurantes que ya cerraron definitivamente, como uno llamado “500 noches”, propiedad de un empresario chiapaneco que ante los altos costos que tenía tomó la decisión de retirarse, mientras que en el cruzamiento de la 60 por 53 el restaurante “Nación Brava” ya fue desmantelado por su propietaria.

“Así hay un montón de negocios que ya cerraron, como el de los huevos motuleños que estaba frente a la gasolinera de Santa Ana y también por ese rumbo había otro lugar que se llamaba Pánfilo, que ya fue traspasado, además hay muchas cafeterías a las que le vendíamos por kilo nuestro producto y ya son historia. Si caminas por la zona se palpa que la situación está muy difícil y le ha pegado hasta al señor que vende revistas en uno de los locales de Santa Ana que ahora está muy desurtido, se ve que las ventas están tan bajas que mejor no le invierte tanto”, concluyó el señor Castañeda.

Texto y fotos: Manuel Pool

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