Cruzando una borrosa línea

Por Carlos Hornelas

La pandemia ha cambiado la relación que manteníamos entre diversas esferas de nuestra vida que solíamos mantener apartadas para mantener un orden y organizar nuestra vida cotidiana. Las divisiones trazadas entre el tiempo laboral / ocio; entre espacio social / privado; entre vida personal / función laboral se han desdibujado hasta el punto de difuminarse en algunos casos.

Con el Home Office o teletrabajo, como se prefiera, el espacio se ha comprimido. La casa es la oficina para quienes pueden realizar su actividad laboral desde su hogar. El trabajo ha ocupado la casa: la ha tomado. Ha reclamado para sí lugares, diseños y áreas que antes le hubieran sido negados. Hemos tenido que modificar la disposición del mobiliario, asignar un sitio del hogar para la función productiva y modificado zonas enteras para que nuestra morada se adapte a la productividad.

Sin el mobiliario o artefactos adecuados hemos ajustado lo mejor posible nuestro menaje de casa para poder trabajar. La falta de ergonomía en las soluciones ha resultado en dolores lumbares, agotamiento físico, molestias oculares, estrés, angustia y otras derivadas del propio encierro.

Sin los traslados hemos perdido el contacto físico, la interacción con los otros, por más molestos que en algunas ocasiones puedan parecer, la rutina de los horarios y la posibilidad de explorar el mundo exterior. Al volcarse el mundo de vida a nuestro interior el tiempo también se ha afectado. Sabiéndonos intramuros hemos alargado las jornadas laborales, o bien por necesidad de cumplimiento de metas y objetivos, o bien por ocupar el tiempo y evitar el hastío.

El aumento del tiempo productivo en detrimento del ocio ha devenido en una nueva manera de distribuirlo al interior del hogar. Si bien ya había sido dividido en áreas para cada uno de los integrantes, la integración de agendas ha sido un tema que no ha estado libre de fricciones. En muchos casos hay que negociar entre el horario de escuela, las actividades familiares, los deberes, las actividades de ocio y por supuesto, el trabajo. Todo bajo el mismo techo.

Para las familias con estudiantes escandir el tiempo ha sido más complicado que para los que viven solos. Para los segundos es cada vez más difícil hablar de subdivisiones pues gran parte del tiempo lo consume su labor profesional.

La tecnología ha posibilitado el desarrollo del teletrabajo y su integración ha sido súbita, cruenta para algunos. No es ningún secreto que de todas las soluciones informáticas que poseemos las videoconferencias han ocupado un lugar destacado en las juntas laborales, las clases, las asesorías, las consultas de salud y las reuniones con los seres queridos.

Esta condición ha hecho que nuestra privacidad se borre un poco más y un rincón de nuestra casa se convierta en un foro desde el cual montamos un pequeño set para dar la cara al mundo. En algunos casos el trabajo expresivo, como diría Martín Serrano, o el trabajo de la cara como señalaría Goffman nos ha desgastado. Hemos normalizado soportar la mirada continúa de aquellos que no estamos seguros que nos vean, y hemos reconfigurado el espacio virtual para poder relacionarnos.

La pregunta que debemos de hacernos es si estas condiciones serán el preludio de una nueva normalidad en la cual todo esto lo veamos como parte de las nuevas formas de relacionarnos, de conformar un espacio/ tiempo nuevo o bien, tratemos, en la medida de los posible de restablecer el estado previo de las cosas. Solo con el tiempo lo sabremos.

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