De la Revolución Mexicana me acuerdo de Zapata

Jhonny Eyder Euán
Los hombres del alcalde robaban en las casas y si los dueños se ponían “al brinco”, eran acribillados en segundos. Eso les pasó a los padres de Emiliano, dos humildes campesinos que no pudieron defender sus tierras, pero sí lograron distraer a los matones para que su hijo escapase. Nadie volvió a ver al menor, por lo que lo dieron por muerto y la casa y los cultivos pasaron a ser propiedad de los ricos terratenientes. 

Con el paso de los años la historia no cambió: el pueblo siguió sometido por la gente rica, a tal grado de que ningún humilde poblador tenía terrenos propios; algunos ni dónde vivir, y es que los poderosos hacendados los dejaron en la miseria.

En una cantina llamada “El paso”, el alcalde entró con sus hombres a beber unos tragos. A ese hacendado le atrajo una mesera de nombre María. Después de un rato de seguirla con la mirada, la abrazó e intentó besarla, ella se negó y alejó, lo cual hizo enojar al sujeto que de inmediato ordenó a sus hombres que la mataran.

Los tipos ya tenían agarrada a la mujer cuando por la puerta apareció un héroe. A pasos lentos y con botas y sombrero charro, aquel hombre entró y apuntó con su arma al gobernante. Era Emiliano que regresaba al pueblo con un ejército de más de 50 hombres dispuestos a recuperar lo que un día les arrebataron sin piedad: las tierras y su libertad.

Ese día los hombres de Emiliano tomaron el pueblo y los terrenos fueron devueltos a quienes pertenecían bajo actas que fueron firmadas a la fuerza por los hacendados. 

A lo mejor así surgió la leyenda de “El caudillo del sur”, aquel hombre cuya biografía en internet señala que fue uno de los líderes militares y campesinos más importantes de la Revolución mexicana y un símbolo de la resistencia campesina en México.

La verdad es que a nadie le consta que Emiliano Zapata realmente haya sido un defensor de los pobres, sin embargo, así lo consideran los libros de textos de la SEP y diversas publicaciones sobre la historia de la Revolución mexicana.  Por eso, cuando el calendario llega al 20 de noviembre, uno de los nombres que más se mencionan de aquel conflicto armado de 1910 es el de Zapata, un símbolo para los campesinos de América Latina.

Es el mismo personaje que el año pasado fue protagonista de una exposición artística presentada en el Museo del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. Me refiero a Zapata después de Zapata, una muestra de unas 140 obras que escandalizó a muchos por un cuadro donde el caudillo del sur aparecía desnudo sobre un caballo. Se habló mucho de ese cuadro que, junto al resto de obras, aportó más adjetivos para este célebre personaje de la historia de México.

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