Día cero

Por Mario Ovies

Ciudad del Cabo en Sudáfrica fue la primera ciudad del mundo que planteó cortar el suministro de agua a los más de 4 millones de habitantes que viven en la región.

Una sequía como no se había visto en 400 años, el desperdicio por parte de la población, malas prácticas empresariales y años de nula inversión por parte de las autoridades son algunos de los elementos que ocasionaron que la ciudad llegara a sus límites. El resultado fue llamado el Día Cero, fecha en la que se tendría que cortar el suministro de agua.

Esta ciudad no es la única del mundo con graves problemas de agua, existen otras ciudades como São Paulo, Yakarta, Londres, Beijing, Estambul, Barcelona y la Ciudad de México que en las próximas décadas vivirán su propio día cero.

Según el World Resources Institute, en un estudio del 2015, para el 2040 se espera que la mayor parte del mundo no tenga la suficiente agua para cubrir la demanda anual.

¿No aprendimos en la primaria que el agua es un recurso renovable? Si el 71% del planeta está cubierta de agua, ¿por qué estamos en crisis?

El primer dato que debemos tomar en cuenta es que el 97% del agua es salada, y del restante, el 2% está congelada.

Un segundo dato es que el 30% del agua potable se encuentra en el subsuelo, la cual cada día es más difícil de extraer y una parte de ella está contaminada.

Como tercer dato, según el Banco Mundial, el 70% del agua dulce se utiliza en agricultura, el 22% en la industria y el 8% en uso personal.

Pero eso no es todo, de esa agua que tenemos, un gran porcentaje se desperdicia, por ejemplo, la Ciudad de México pierde la mitad de su agua en filtraciones.

En Mérida, podemos recordar el caso del año pasado cuando se arregló una fuga con 21 años de antigüedad. Ahí se desperdiciaban unos tres millones de litros al día, suficiente para abastecer a 17,500 usuarios. Para dimensionar el tamaño de la fuga, una piscina olímpica utiliza 2.5 millones de litros.

¿Por qué se dejaron pasar tantos años?

El día cero se programó inicialmente para el 18 de marzo de 2018. Con esta fecha fatal en mente, la ciudad pasó de consumir 1.2 billones de litros en 2014, a 516 millones en el 2018. La fecha cero se fue postergando hasta que en agosto se volvió indefinida. Una mezcla de trabajo en equipo y suerte salvó a la ciudad del colapso.

Entre las medidas que se emprendieron fue reducir el consumo personal de agua, en un inicio a 87 litros por familia en enero, y a 50 litros para abril.

¿Es mucho, es poco? Según la Japay, en Mérida utilizamos 200 litros de agua por persona (y 250 en temporada de calor).

Entre las recomendaciones para reducir el consumo, se encontraba ducharse en menos de 2 minutos (se usan 15 litros por minuto), usar agua potable solo para beber y cocinar, no regar jardines ni lavar coches y no llenar piscinas. Además, se arreglaron fugas, se innovó en nuevos sistemas para la distribución del agua y su utilización para riego.

La crisis de Sudáfrica se puede repetir en cualquier parte del mundo si no se toman las medidas necesarias. Dos factores que aumentan el riesgo de que lleguemos a tener nuestro propio día cero, son que no valoramos realmente el agua y que invertir en ella no es políticamente rentable. Casos como el de la fuga de 21 años en nuestra ciudad son una muestra.

Tal vez en nuestro Estado sea más difícil vivir la escasez por las reservas que tenemos de agua, pero eso no nos libra de quedarnos sin agua potable. El reconocido ambientalista y espeleólogo Sergio Grosjean Abimerhi alertó que el 80% del agua en la península está contaminada por heces, metales y químicos prohibidos.

Empresas como Kekén, la industria agrícola o las grandes cerveceras ponen en jaque el agua que consumimos, y si no hacemos algo para proteger este valioso líquido podríamos vivir en algunos años nuestro propio Día Cero.

Está en nuestras manos salvar el agua, cuando aun estemos a tiempo.

 

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