Dialéctica sobre la pulcritud

Por Mario Barghomz

El baño, la limpieza, el orden, la higiene; sabemos hoy que esto es vital para la salud y la vida humana. Directa o indirectamente nuestra vida depende de nuestra pulcritud. Y ésta ya desde su etimología, es aún más de lo que suponemos; su significado es hermosura y belleza.

Pero por costumbre cuando hablamos de pulcritud nos referimos regularmente al aspecto corporal y al de nuestra imagen, al hecho de estar adecuadamente vestidos y limpios físicamente. La pulcritud es una cualidad humana (una virtud), algo que se cultiva y se aprende por educación. Lo contrario en toda persona no pulcra, no limpia, es un defecto: lo sucio. Y es en este sentido que también debemos entender que una persona pulcra es una persona bella, hermosa, y por ende atractiva. Porque toda belleza atrae, la suciedad (lo feo) repele.

Pero el propósito de mi argumento dialéctico no es hablar en sí de la pulcritud exterior de la persona, que para la filosofía humanista es apenas un aspecto mínimo de lo atractivo en su sentido estrictamente humano. La belleza de un ser por su pulcritud está más en su pensamiento y sus acciones, en su ética y sus ideas, sus emociones y sus sentimientos que en aquello que determina la imagen exterior de su apariencia.

Una persona es realmente atractiva (bella) cuando su pensamiento y sus ideas son limpias, pulcras, cuando no tiene pensamientos torcidos, perversos o sucios. Es bella cuando emocionalmente es estable, segura y confiable; cuando disfruta ella misma de su gozo, su placer y su alegría, para luego compartirlo. Pero si emocionalmente tiende a ser rapaz, siempre está a disgusto, su costumbre es juzgar y constantemente quejarse, vive por todo (y también por cualquier cosa) lleno de rabia y de ira, de frustración y resentimiento; toda esta suciedad mental y emocional lo hará sucio y repulsivo, tóxico, candidato constante a enfermarse y mala compañía.

Los sentimientos también deben ser limpios; el amor, la amistad, el altruismo, la generosidad, el deseo y la voluntad de querer. Todo mal sentimiento es repulsivo cuando este es violento, intransigente o miserable, cuando es vengativo, lujurioso, cruel y despreciable. El odio, por ejemplo, es uno de los sentimientos más sucios y repulsivos del alma. El simple hecho de decir “¡te odio!” hasta de la manera más ingenua; ya pone en la persona una telaraña asquerosa y repulsiva.
El “¡odio pasar por estas cosas!” “¡me molesta!”…parecen dos expresiones inofensivas y discretas, pero cargadas, con el tiempo, no de pulcritud ni de belleza (de atracción por los demás), sino de repulsión y suciedad, de rencor por todo aquello que se instala como un hongo o un parásito en el alma de quien lo padece.

Las acciones de un ser humano “limpio” siempre serán pulcras; adecuadas, honestas, conscientes, responsables, decentes, libres, y por ende, bellas (atractivas). Y así como todos los días al cuerpo hay que bañarlo para mantener su higiene y su salud, y la ropa sucia hay que cambiarla; la mente, nuestras ideas, nuestras emociones y nuestros sentimientos, si están sucios o regularmente se mueven en espacios tóxicos de relativa o poca salubridad, hay que moverlos o limpiarlos para que por su falta de higiene dejen de enfermarnos.

Todo lo tóxico y sucio enferma y lastima al alma, a nuestro estado espiritual, al ser que somos en nuestra persona en aquello que queremos o a los que queremos. El sufrimiento emocional se deriva regularmente de un estado sucio (tóxico) del alma, de aquello que no está más limpio, no es más pulcro y no es atractivo.

Todo lo que es limpio, higiénico, pulcro, agradable y bello: comida, relaciones, amor, trabajo, amistad, descanso, pensamiento, ideas, imaginación, sentimientos, emociones…; mantendrá siempre la salud y el bienestar de nuestra vida. Y por bienestar debemos entender también gozo; cualidad y virtud del ser hacia la felicidad de su persona. De tal manera que una persona feliz siempre es pulcra (bella), nunca sucia (tóxica) en el entendido de que donde no hay limpieza en el alma, en el cuerpo, en el corazón o la mente y la situación misma de su entorno y sus relaciones, no habrá felicidad.

¡Una persona feliz siempre es pulcra, bella y buena!

 

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