El deber moral de Angélica Rivera

Por Laura Raquel Manzo

¿Cuál? Diría uno. No lo tuvo al salir a dar una explicación enclenque y cínica cuando el asunto de la “Casa Blanca”, tampoco para cumplir cabalmente con una agenda como presidenta honoraria del DIF cuando eso era lo mínimo que se esperaba de ella.

En noviembre de 2010, Angélica Rivera sabía que se estaba casando con el probable futuro presidente de México. Estuvo de acuerdo en enamorarse y pasear juntos por el país entero para la gira durante las elecciones, llamando al voto al mismo ritmo que su marido. Al mismo ritmo y hasta quizás con mucha mayor efectividad. Al mismo ritmo y con la misma sonrisa prometedora de un mejor México para todos aquellos que, a su paso, la reconocían como “La Gaviota” y le creían.

Angélica vinculó su amor o su historia de amor directamente con los votos para el candidato del PRI. Así lograron lo impensable, el regreso del partido tricolor, el de la dictadura perfecta, al máximo poder del país.

¿Cómo es que a Angélica Rivera le dio para llamar al voto con tanta sonrisa celebritosa, pelirroja a veces casi güera, ondulada y con maquillaje telenovelero, y luego no le dio su mexicanidad para nada más? ¿Cómo es posible?

Si como mujer quieres que las demás mujeres te sepan casi un objeto, como madre permites que tus hijas entiendan que te utilizaron para promoverse políticamente y para “justificar” un enorme conflicto de interés; y como mexicana, te permites estar en una posición sumamente privilegiada de carisma y poder, como lo es ser “la Gaviota” y vivir en Los Pinos, y tener los accesos y las posibilidades de organizar y transformar realidades de gente mucho menos afortunada que tú; y entonces apenas asistes a los eventos del organismo del que eres presidenta (DIF), y te dedicas a dar entrevistas rosas al ¡Hola! para exhibir tus soberbios gustos, y hablar de tu amor incondicional de pareja y de tu familia perfecta… si prefieres no mover un dedo por el bien de tu país… ¿Qué entendiste de la vida?

¿Que no importa de quién te enamores? ¿Que si estableces un acuerdo con quien te enamores, este puede pasar por encima de ti y arrollarte?

Como primera dama no tienes un sueldo por ello, no tienes la obligación de un puesto, no. Pero, ¿cómo es que no te obliga lo moral?

Sin embargo no su mensaje: a mí me gusta vestir con ropa de diseñador internacional, a mí me gusta vestir caro. Y se dedicó a viajar por el mundo. Europa y Estados Unidos principalmente. Angélica nunca movió un dedo para intentar siquiera reparar el desprecio de los mexicanos, los mismitos que la habían hecho famosa viendo tanta telenovela, los mismitos que habían “votado por ella”.

Eso es traición

Podríamos asegurar que a la actriz, con contrato para estos años o no, nunca le pasó por la mente que ella se convertiría uno de los personajes más despreciados de México. Quizás le pasó por la mente que su marido no sería un buen presidente, que México no tendría solución con el PRI ese sexenio, que la fama política no era tan fácil como la fama actoral. Pero que su popularidad cayera por los suelos, incluso durante un tiempo más abajo que la que un mal presidente pudiera tener, no, no creemos que se lo hubiera imaginado jamás.

Ahora, con 49 años, fuera de Los Pinos y anunciado su divorcio, Angélica tendría la oportunidad de levantar la voz por dignidad, sentir un deber moral como mexicana y reparar. Sin embargo no hay nada en su historia que me haga pensar que lo hará. Ojalá me equivoque.

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