El indispensable triunfo de Zaldívar

Por Eduardo Ancona

Hace cuatro años el entonces Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Juan Silva Meza terminó su periodo como Presidente del máximo tribunal del país. Para elegir a su sucesor se candidatearon varios de sus colegas Ministros. Después de algunas pocas rondas de votación la contienda quedó entre dos, el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y el Ministro Luis María Aguilar Morales. Y vino algo que nadie, ni el observador más sagaz de la Corte pudo prever.

Infinitas rondas de votación. Los diez Ministros en funciones votaron más de treinta veces manteniendo un empate constante 5-5, esto porque había un lugar vacío ya que el ministro Sergio Valls murió meses antes. Esta división en los votos retrataba la división central en la Corte entre conservadores y liberales, con la excepción del ministro José Ramón Cossío que, según todos los cálculos, votó por Luis María Aguilar a pesar de ser mucho más cercano ideológicamente a Zaldívar. Después de tensas horas un voto cambió —dicen en las regaderas, el del Presidente saliente Silva Meza—, y Luis María Aguilar se hizo de la Presidencia de la Corte.

Hoy Cossío ya no es Ministro, su lugar se encuentra vacío y en enero de este año los ministros de nuestro tribunal constitucional volverán a votar para decidir a su Presidente. Entre los candidatos más fuertes están Alberto Pérez Dayán, Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, Jorge Pardo Rebolledo y, nuevamente, el ministro Arturo Zaldívar. El nuevo Presidente de la Corte encontrará un país en un contexto político muy distinto al de hace 4 años, y en donde la Suprema Corte está llamada a ser el gran contrapeso del Poder Ejecutivo.

Si bien para efectos de las decisiones de la Corte el Presidente no tiene un voto de calidad ni nada similar (incluso no participa en las Salas de la Corte, sólo en el Pleno), quien es Presidente de la Corte también lo es del Consejo de la Judicatura, que es el órgano encargado de la administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial de la Federación. Es ahí donde un ministro liberal, convencido de la importancia de los contrapesos entre poderes y de la fortaleza e independencia de los tribunales como una condición sine qua non puede hacer una diferencia sustancial. Arturo Zaldívar es esa persona. En el tenemos a un constitucionalista brillante y un funcionario de una pieza que, ha golpe de sentencias, ha demostrado una y otra vez su compromiso con México. Tenerlo a la cabeza de la Corte no sería un lujo para los próximos cuatro años, sino una necesidad imperiosa.

 

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