Santiago Pell
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Habíamos esperado mucho para que este momento llegara, el día en que por fin leyéramos en las noticias que volvería otra vez. Fueron muchos los meses que lo extrañamos y ya falta poco para admirarlo. En mi experiencia personal, sinceramente se me hizo eterno este tiempo que ha pasado sin poder verlo jugar, los segundos se convirtieron en minutos, los minutos en horas, las horas en días, los días en meses y los meses en un año completo. Seguía presenciando los distintos torneos alrededor del mundo, en especial los que siempre han sido de su agrado, ya sea por el público fiel que lo aclamaba junto con la buena organización del evento, o por ser los certámenes que más añora por sus historias pasadas, historias que él mismo escribió con cada punto y que jamás serán olvidadas.
Luego de regalarnos en sus últimas apariciones cuatro trofeos, una final inolvidable en césped, un par de thrillers en Australia más una semifinal, y de haber pasado por dos operaciones de rodilla, regresa para jugar, para quitarnos esas ansias de verlo acariciar la bola.
Fue inexplicable el sentimiento vivido al pasearme en las redes y ver la nota que decía eso, que hablaba de aquello tan anhelado: su regreso. Vuelve el dueño de la varita mágica, el que muchos nombran como el mayor de todos los tiempos; el 8 de marzo estará en las canchas de Catar para el Abierto de Doha.
Para muchos medios admitió su deseo de volver a celebrar victorias, dice estar preparado para afrontar el largo y duro camino, pero él no es el único que está listo, yo también y estoy seguro de que todos los amantes del tenis de igual manera lo están. Con zozobra pasada y emoción presente, digo: quítate las vendas, asegura las cicatrices y aprécialas sólo como energía recargable en tu cuerpo, el polvo ya cayó al suelo donde pertenece, muda la piel vieja, recobra la confianza de siempre, toma lo que te pertenece Roger, y elévate de nuevo.
