Entre hombres y mujeres (I)

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Hay tres palabras o términos que debemos tomar en cuenta cuando de hombres y mujeres se trata: diferencia, igualdad y semejanza. Diferencia es cuando dos cosas, en este caso seres o personas, no son iguales y, sin embargo, se parecen. Igualdad se refiere a aquello que las hace iguales aún dentro de su parecido o diferencia. Igualdad es un término semántico que regularmente se confunde y suele ser aplicado a discreción y sin criterio. Porque hombre y mujer en su naturaleza intrínseca no son iguales, sino diferentes, y en la diferencia de su sexualidad se hace evidente. Hombre y mujer son diferentes y no iguales por su género.

La palabra semejanza hace alusión concretamente a su aspecto, a la fisonomía de su cuerpo. Hombre y mujer son dos seres semejantes por tener un cuerpo con dos manos, dos pies, una cabeza, dos ojos, nariz, orejas y boca… Pero no hay que confundir esta simple semejanza con su igualdad, porque la topografía misma de su cuerpo hablando de las particularidades de su cuerpo, es absolutamente diferente.

La monserga de la supuesta igualdad entre unos y otros que hoy tanto se exhibe y se discute, sobre todo por un exacerbado feminismo que parece odiar y despreciar todo lo que se refiere al hombre, debe solo sustentarse en un evidente enojo, en una cierta frustración y un elevado fanatismo de voces que soslayan el equilibrio y la naturaleza misma del ser humano entre géneros.

Habría que tener en cuenta que la igualdad entre hombres y mujeres viviendo en comunidad, solo debe impugnarse en el terreno social, moral y ético, y no en lo que definitivamente los hace diferentes, balanceados y complementarios. Los mismos cromosomas entre unos y otros, teniendo un mismo número (46), se diferencian por los que corresponden a sus cromosomas sexuales; XX si es mujer, XY si es hombre.

¿Qué sería del mundo sin las diferencias entre unos y otros? Sin las diferencias que solo los hacen semejantes pero no iguales. El planeta simplemente carecería del género humano, porque la extraordinaria diferencia entre unos y otros hacen posible la reproducción y la vida.

Tanto el mito teológico como el griego nos ayudan a entender el maravilloso Yin-Yang entre lo masculino y lo femenino.

Cuando Adán se sintió solo porque de entre todo lo creado no había nada digno de su semejanza, clamó a Dios y éste le ofreció a Eva, ser no igual a él pero semejante que le daría la oportunidad de estar dignamente acompañado como el resto de las criaturas animales.

En la creación del mundo del mito griego, Gea (Tierra), el primer ser increado, necesitó de Urano (Cielo) ante la intervención de Eros (Amor) para crear al resto de los seres del mundo y el Universo, incluidos nosotros los mortales. Así, ¡y solo así! fue posible la vida. Ni Gea ni Urano se pelearon por ser iguales. No discutieron sus diferencias. Contrario a eso, ¡aprovecharon la necesidad mutua de sus semejanzas!

Hoy sabemos que Cielo y Tierra no son iguales, sino la armonía y el equilibrio de nuestro Cosmos.

La filosofía china también habla del equilibrio entre una identidad y otra, entre la relación de su fuerza y su complementariedad. Y no de la entropía que provoca separar o confrontar su identidad; sino de la necesidad de su conjunción cósmica, de su alianza, de su balance mutuo.

Yin y Yang se inscriben no solo en el rango existencial entre uno y otro, entre varón y mujer; sino en aquello de donde provienen y los comunica, lo que los codifica, los iguala y los distingue. “Yin y Yang son los poderes que hacen posible la realidad física –dice Wataru Ohashi-. Son las herramientas de Dios, por así decirlo; dos contrarios en las formas de tiempo y espacio, luz y oscuridad, masculino y femenino…”.

Y todo en el Cosmos es Yin o es Yang. La gravedad, por ejemplo, es Yang. Las cosas que crecen hacia arriba como las plantas y los árboles, son Ying. Lo Yin se abre (es expansión) como los brazos de una mujer cuando ama. Lo Yang se contrae, siempre busca el centro. Se puede leer como lo masculino buscando estabilidad. Una y otra cualidad y fuerza en esta filosofía nunca se descalifican, siempre van juntas.

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